Mario E. Fumero
En el mundo secular la gente trabaja a cambio de una ganancia, y por medio de ello adquiere derechos laborales, pero también tiene compromisos y obligaciones. En el campo comercial, el fin que nos mueve siempre es el interés, y dependiendo de la empresa, así dependerá sus exigencias, y muchas veces, hay empresas seculares que le exigen a sus empleados sacrificio, e incluso hay carreras seculares que nos demandan anulan muchos derechos personales, principalmente en el área de la medicina, la educación y en ciertos puestos claves, para cumplir una labor determinada.
Y yo pregunto ¿Qué somos los que trabajamos en el reino de Dios, un empleado que hace la labor por un salario, o un siervo que se ha rendido incondicionalmente al servicio de Cristo y al amor a los demás? No hay nada más frustrante en mi vida cuando veo a personas que queriendo servir a Dios, actúan más con la mente de empleados, que, de siervos, porque ponen primero por delante sus derechos, ignorando sus deberes y compromiso de entrega.
Me da tristeza cuando veo en el reino de Dios personas que toman el trabajo en la obra de Dios o el ministerio del servicio a los demás como una oportunidad para buscar un beneficio propio, ignorando la visión y la misión encomendada por Jesucristo. Me da tristeza cuando al trabajar para el reino de Dios, encuentro gente que, ignorando la necesidad, reclaman los derechos laborales, igual que los empleados de las empresas del mundo secular, ponen por delante sus intereses, y de lado el servicio.
Me da tristeza cuando nos comprometemos a servir al Señor, y no estamos dispuesto ir una milla más (Mt 5:41), ni sacrificar nuestros deseos personales. Me da tristeza cuando veo que sólo buscamos nuestros propios intereses, ignorando el de los demás. Me das tristeza cuándo en el servicio al Señor buscamos nuestro bienestar, y usamos lo que es del reino, para mi propio placer. Me duele y decepciona cuando con sutileza, y muchas veces hasta con engaño, desvió fondos o recursos hacia nuestros propios beneficios.
Y, por último, me da tristeza y me indigna ver a muchos predicadores tomar a Cristo para vivir como príncipes en medio de la miseria y el dolor de un mundo que se nos pierde, y se aprovechan de la ingenuidad de muchos cristianos, ignorante de la Palabra, para mantener una estructura burocrática de un pastoreado que avasalla al rebaño y se enriquece a costillas del Evangelio, convirtiendo la iglesia en una empresa. Éstos son manchas en nuestros ágapes (Judas 1:12), falsos maestros que viven para el vientre (Fil 3:19) y sin peores que los hipócritas que existían entre los fariseos, pues se quedan corto al compararlo con los hipócritas existente en la elite ministerial de nuestros tiempos.
Si estamos en un ministerio de servicio cristiano, debemos tener la visión y el compromiso claro de el Señor demanda una entrega incondicional, y aceptar el reto de negarnos a nosotros mismo, para vivir haciendo la voluntad del Señor