Mario e. Fumero. (Tomado del libro “¿PUEDE LA IGLESIA MODERNA VIVIR EL CRISTIANISMO PRIMITIVO?”
Respecto a los bienes mate-riales en la iglesia primitiva, los apóstoles, o ministros, no se quedaban con las ofrendas o diezmos[1], aunque vale la pena aclarar que no daban el diezmo, por la sencilla razón de que lo daban todo.
LA ADMINISTRACION DE LOS BIENES
Las ayudas que entraban a la comunidad era encaminadas para ayudar a las viudas, huérfanos, e iglesias necesitadas (Hechos 2:45, 6:1, 1 Corintios 16:1-4). Los apóstoles o ministros eran sostenidos en sus necesidades básicas (1 Corintios 9:13), pero estos no se aferraban a los bienes materiales como base para ejercer el ministerio (2 Corintios 11:8), porque aunque eran dignos de un salario, no trabajaban por el pan y los bienes que perecen (1 Timoteo 5:18) ya que el ministerio no era un negocio, sino una entrega.
Un ejemplo de lo señalado lo tenemos en el caso del apóstol Pedro y Juan cuando fueron a orar al templo La Hermosa. Anteriormente ellos habían recibido los bienes de los convertidos, el día de Pentecostés (Hechos 2:44-45), ya que dice la Biblia que traían todas sus propiedades y bienes a los pies de los discípulos. Pero ¿Con cuánto se quedó Pedro y Juan? Leamos en el capítulo 3:1-6 del libro de los Hechos[2].
Había un paralítico sentado en los atrios del templo la Hermosa, el cual todos los días pedía limosna a los que allí iban a orar. Cuando Pedro y Juan lo ven; ¿Qué le contesta? “no tengo oro mi plata”. Y lo que habían recibido anteriormente ¿dónde estaba? Frente a esta pregunta, sólo caben dos suposiciones; o Pedro mintió descaradamente, pues tenía dinero, o de lo que trajeron los hermanos a sus pies ese día, los apóstoles no tomaron nada para sí mismo. ¿Qué cree usted?
Estos ministros de la Iglesia primitiva no saqueaban las iglesias pidiéndoles ofrendas, ni vendían pactos, o pedían sembrar una semilla (símbolo moderno del dinero) ni vivían en hoteles lujosos, ni abusaron de su autoridad para diezmar a los hermanos. El mismo Jesús no le ofreció a un joven que le quería seguirle una almohada para dormir, porque ni él tenía donde recostar su cabeza[3].
Tenemos el caso especifico de San Pablo, el cual no fue ayudado por algunas iglesias en sus viajes misioneros, sin embargo, él les sirvió declarando que “no les fue gravoso”[4], e incluso, afirmando que para sostener su ministerio, tuvo que trabajar con sus manos en algunas ocasiones[5]. Este desprendimiento a lo material era el espíritu de los cristianos primitivos. ¿Porque la Iglesia perdió este concepto?
EL PELIGRO DEL AMOR AL DINERO (MATERIALISMO RELIGIOSO)
Si leemos detenidamente el Nuevo Testamento, descubriremos que el problema de la ambición y el deseo de lucrarse para tener poder aparece continuamente en toda la Biblia. Es una manifestación normal de la naturaleza humana, viciada por el pecado (Romanos 7:17). Entre los discípulos aparece el primer ambicioso, que formó parte del reino proclamado por Jesucristo, fue Judas Iscariote, el cual seguía a Jesús por interés, prevaleciendo su deseo de poder y riqueza. No le servía con el objetivo de darse a la causa del maestro, sino de esperar una posición social privilegiada en un reino que pensó seria terrenal.
Todos conocemos la historia de Judas y su codicia. Vemos como vendió a su maestro por tan sólo 30 piezas de plata. También descubrimos que el arma preferida de Satanás para seducir y detener el reino de Dios es alimentar el deseo de poder, riqueza y grandeza, llevándoles de esta forma a violentar el décimo mandamiento que dice: “No codiciarás la casa de tu prójimo, no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo” Éxodo 20:17.
Cuando Jesús estaba ayunando en el desierto, una de las armas preferidas que usó Satanás para tentarle fue ofrecerle “todo los reinos de la tierra, si te postras y me adoras” (Mateo 4:9). Esta forma seductora es la misma arma que hoy usa el ene-migo para atraer y apartar del camino correcto a muchos líderes religiosos de la iglesia moderna, los cuales han tomado el ministerio para lucrarse, y no para resolver las necesidades de aquellos que forman parte del reino de Dios.
Otro caso especifico de codicia, que produjo engaño fue el de Ananías y Safira (Hechos 5:1-11) los cuales por ambición le mintieron al apóstol, tomando una parte de lo que habían prometido dar.
Otro hecho peculiar está en el relato de Simón el mago, el cual que-ría comprar el don de Dios para hacer negocio, y fue fuertemente reprendido por el apóstol Pedro[6]. Noten que Simón el mago quería el don del Espíritu para seguir explotando la fe de la gente, como ocurre en la iglesia de hoy, en donde muchos se hacen pastores para convertir la iglesia en una empresa, y poder vivir no como siervos, sino como señores o empresarios, llamándose apóstoles, ungidos, para lo cual manipulan los dones y las promesas de Dios, que son accesible para todos los que creen, sin distingo de jerarquía[7].
Esta forma de proceder y de usar las cosas de Dios para hacer negocio, le podemos denominar “simonía”. Hoy día es común que predica-dores practiquen la simonía como forma de explotación religiosa dentro del quehacer de la iglesia.
(Miami, Marzo del 2014)
PUEDE …pero no quiere …quien vive bien no quiere, quien vive mal quiere , y las iglesias las dirigen gente que vive bien …EN EL OCCIDENTE ANGLO SAJÓN …Y SUS COLONIAS … la iglesia no quiere vivir como iglesia , por tanto …hay …lo que ustedes ven a diario .