Mario E. Fumero

Mientras nosotros, los evangélicos, y los llamados cristianos hacemos campañas evangelísticas para transmitir un mensaje cristiano al mundo perdido, vemos con tristeza como los movimientos ateos, escépticos y satánicos crecen, promoviendo un mundo desmesuradamente incrédulo y cada vez más deshumanizado, alentando además la implantación de todos los antivalores.

Al ver la legalización del aborto de forma indiscriminada, y la legalización de la marihuana, así como la equiparación del matrimonio gay al matrimonio bíblico, descubrimos una decadencia moral en aquellos países que proclaman ser cristianos, pero que en la práctica no lo son. Mientras que se extiende por el mundo una tendencia escéptica y atea, con inclusión de actitudes profanas, yo me hago la pregunta ¿Como es posible que sea en los países llamados cristianos en donde más crezcan los movimientos ateos, escépticos y satánicos en comparación con los países no cristianos? ¿Cuáles son las causas del crecimiento de la inmoralidad en los países cristianos?

Después de una larga reflexión, he llegado a la conclusión que la culpa de esta situación radica en la misma decadencia de los que se llaman ser cristianos, por vivir una verdad contradictoria. Esto se fundamenta en la contradicción entre lo que decimos y lo que hacemos y vivimos. El mal testimonio de algunos religiosos, tanto católicos como evangélicos, y el haber convertido el cristianismo en una plataforma de lucro o política, llevar a los que todo lo racionalizar y analizan a considerar el cristianismo una falsa, no porque su verdad no sea trascendental, sino porque aquellos que la proclaman son contradictorios, que ya del dicho al hecho hay mucho trecho.

El cristianismo no es una filosofía, ni una religión, sino una forma de ser y vivir que se fundamenta en un estilo de vida. Ese estilo de vida se caracterizaba por dos elementos importantes, el amor en nuestro diario vivir, y el espíritu de sacrificio y abnegación para compartir con los necesitados, tomando en cuenta las enseñanzas de Jesús tanto del Sermón del Monte, como de la parábola del buen samaritano.

Nuestro cristianismo está en decadencia, no porque la palabra de Jesús no tenga poder, sino porque los hombres la han tomado superficialmente, no encarnándola en un estilo de vida, sino convertida tan solo en un simple sermón, lleno de palabrería y contradicciones, carente de un contenido vivencial.

Cuando los que se dicen ser cristiano no viven coherente con lo que proclaman, están haciendo una campaña que promueve la incredulidad y el escepticismo, así como el ateísmo. La fe no es una expresión, si no un estilo de vida, es una forma de ser y vivir. Dice la Biblia que sin fe es imposible agradar a Dios. Aunque la fe es abstracta, se manifiesta en hechos, es concreta. El apóstol Pablo nos enseña a evitar la incongruencia entre el dicho y el hecho, cuando escribe en una de sus epístolas que nosotros somos cartas escritas, no con tinta, si no con el espíritu del Dios vivo (2 Corintios 2:3-4), lo que quiere decir que la gente tiene que leer la Biblia en nuestra forma de ser y vivir, o sea, tenemos que encarnarla en nuestro estilo de vida.

Cuando proclamamos una verdad que no vivimos, hacemos escarnios de esa verdad y promovemos, con tal actitud, el crecimiento de los enemigos de la fe, echando la semilla del ateísmo que se fundamenta en los errores humanos, y no en la verdad científica y profunda de la Palabra.

Rechacemos a los falsos predicadores, a los mentirosos religiosos, a los que convierten el púlpitos en una plataforma política o de ambiciones personales, y usemos la inteligencia y la Palabra de Dios para juzgar a las personas, porque en el Señor Jesús nos da el derecho a juzgar a las personas por los frutos, no sólo para señalar, sino para apartarnos de los tales, y no hacerle el juego a un falso cristianismo que hoy se predica, y nos tiene sumergido en una terrible decadencia moral, social y política que nos tiene arropado por la corrupción.

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