LOS PREDICADORES DE LA PROSPERIDAD Y LA GANANCIA FINANCIERA (SEGUNDA PARTE)

LOS PREDICADORES DE PROSPERIDAD VS. LA PALABRA DE DIOS

Por Josef Urban

El mensaje de la Biblia está en contraste directo con lo que los predicadores de prosperidad están diciendo…

Los predicadores de prosperidad nos dicen que tenemos que obtener más para nosotros mismos, pero Jesús nos dijo que debíamos deshacernos de lo que ya tenemos (Lucas 12:33). ¿Quién tiene razón—ellos o el Señor Jesús? Los predicadores de prosperidad nos dicen que Dios quiere que seamos ricos, pero el Apóstol Pablo dijo que los que quieren enriquecerse caen en muchas tentaciones y lazos, y en codicias necias y dañinas, que hunden a los hombres en la destrucción (1 Timoteo 6:9). ¿Quién tiene razón—los predicadores de prosperidad o el Apóstol Pablo?

Los predicadores de prosperidad nos dicen que no debemos estar contentos con lo que tenemos, sino que debemos ordenar a Dios que nos dé más, pero la Biblia nos manda a estar contentos con lo que tenemos (Hebreos 13:5). ¿Quién tiene razón—ellos o la Palabra de Dios?

Los predicadores de prosperidad nos dicen que Dios quiere que tengamos lo mejor que este mundo nos ofrece, pero el Apóstol Juan nos dijo que si vivimos como el mundo y amamos las cosas del mundo ni siquiera somos salvos (1 Juan 2:15). ¿Quién tiene razón? ¿A quién debemos creer, a ellos o al Apóstol Juan?

Los predicadores de prosperidad están levantándose en frente de audiencias mundiales y jactándose de cuanto oro y plata tienen, pero el Apóstol Pedro tuvo que decirle a un pobre mendigo que él ni siquiera tenía dinero para darle (Hechos 3:6). Pedro no estaba mintiendo. ¡Él realmente no tenía dinero! ¿Quién tiene razón—los predicadores de prosperidad o el Apóstol Pedro? Los predicadores de prosperidad se han levantado en medio de la Iglesia y han usado las cosas de Dios para acumular más ganancias financieras para ellos mismos, pero cuando Jesús entró a la casa de Dios, Él hizo lo opuesto, se hizo un látigo de cuerdas y echó fuera a todos los que estaban allí para hacer dinero (Marcos 11:15). ¿Ha cambiado su mente el Señor?  ¡Nunca!  ¡Él es el mismo ayer, hoy y siempre! Los predicadores de prosperidad nos dicen que Dios quiere que seamos ricos, prósperos, y sin ninguna necesidad, pero el Señor Jesús dijo que tales personas le hacen querer vomitar (Apocalipsis 3:16-17).

Los predicadores de prosperidad nos dicen que debemos servirles y contribuir a sus ministerios, pero el Señor Jesús vino a servirnos y darnos todo lo que tenía (Marcos 10:45).

Los predicadores de prosperidad nos dicen que debemos dar a sus ministerios y a cambio seremos extraordinariamente bendecidos por Dios, pero cuando un hombre en la Biblia trató de dar dinero al Apóstol Pedro para recibir la bendición del Espíritu Santo, el Apóstol lo reprendió y condenó (Hechos 8:18-23). Los predicadores de prosperidad nos dicen que merecen tener dinero por la gran unción que tienen y que nosotros debemos dárselo, pero el hombre de Dios, Elías, ni siquiera quería aceptar una ofrenda de un hombre sanado bajo su ministerio; y más aún, cuando su siervo fue y recibió el dinero sin la aprobación del profeta, Elías lo reprendió y el Señor maldijo a él y sus descendientes para siempre (2 Reyes 5).

Los predicadores de prosperidad nos dicen que el mundo debe amarnos por nuestra prosperidad y que debe desear ser como nosotros, pero el Señor Jesús pronunció penas espantosas sobre las personas de quienes el mundo habla bien (Lucas 6:26). Los predicadores de prosperidad nos dicen que Jesús vino a darnos vida abundante y que esto significa que debemos abundar en las cosas materiales que poseemos, pero el Señor Jesús dijo que esta vida abundante es la Vida Eterna y esa vida no consiste en las cosas materiales que un hombre posee (Juan 10:10, Lucas 12:15). ¿Debemos creer a estos prominentes predicadores adinerados que viven en abundancia, o al manso y humilde Señor Jesús?

Los predicadores de prosperidad nos dicen que debemos usar a Dios para conseguir dinero, que Dios quiere que tengamos más dinero, pero Jesús dijo que no podemos servir a Dios y a el Mammón (Mateo 6:24). El Señor dijo que o amaremos a las riquezas y aborreceremos a Dios, o seguiremos a Dios y aborreceremos a las riquezas, pero no podrá haber neutralidad, y no podemos aspirar ambos. ¿Entonces debemos creerles mientras sirven a Dios y a las riquezas a la vez (demostrado por sus estilos de vida extravagantes y lujosos), o debemos creer a Jesús que menospreció los bienes del mundo para agradar al Padre en todas las cosas? Los predicadores de prosperidad nos dicen que Abraham fue rico y por esto, nosotros debemos ser ricos también. Nos dicen que, según Gálatas 3:14, debemos recibir la “bendición de Abraham,” y por tanto, ya que Abraham fue rico y bendecido, nosotros lo debemos ser también. Sin embargo, las Escrituras nos dicen claramente que la “bendición de Abraham” no es tener riquezas terrenales: ¡es la vida eterna! “Para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu.” La bendición de Abraham es la promesa del Espíritu Santo por cual somos adoptados en la familia de Dios y somos salvos. Es un retorcimiento descarado de las Escrituras tomar esto y convertirlo en una promesa de prosperidad y riquezas terrenales.

Además, Abraham fue próspero en esta tierra. Eso es obvio. Pero eso no significa que cada cristiano debe ser así también. Dios tenía un plan para formar una gran nación de Abraham, y era necesario que tuviese abundancia para poder cumplir la promesa de Dios de hacer una gran nación de él, una nación a través de la cual el Mesías, Cristo Jesús, vendría para salvar a la humanidad del pecado. Es evidente que Dios no tiene la intención de formar una gran y enorme nación terrenal usando a cada cristiano; entonces no es necesario darles tantos bienes materiales. Y más aún, tenemos que recordar que Abraham ni siquiera estaba buscando las riquezas terrenales porque él no estaba buscando nada de este mundo, sino “esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios” (Hebreos 11:10). Abraham demostró que estaba dispuesto a dejar todo lo de este mundo para ganar la aprobación de Dios. Él no sólo menospreció las riquezas por amor a Dios, sino también a su propio hijo Isaac, demostrado por el hecho que lo ofreció en el altar (Génesis 22). Abraham era un santo hombre de Dios que buscó la aprobación de Dios sin importar el costo, y menospreció todo lo que el mundo tenía que ofrecer para poder heredar la ciudad celestial de Dios en el siglo venidero.

Los predicadores de prosperidad nos dicen que Salomón fue rico y próspero, entonces nosotros lo debemos ser también. Pero esto es totalmente erróneo, porque Salomón estaba en clara desobediencia a la Ley de Dios que mandaba que el rey de Israel no amontonase mucha plata y oro para sí mismo (Deuteronomio 17:15-20). Salomón desobedeció hasta tal punto, que en su palacio la plata no fue considerada como nada más que cambio de bolsillo en comparación (2 Crónicas 9:20). Salomón también tomó muchas esposas para sí mismo, de hecho más de 900, lo cual era una clara transgresión del mandamiento de Dios. Su corazón se apartó del Señor e incluso edificó altares paganos a dioses falsos en Israel (Nehemías 13:26, 1 Reyes 11:1-8). Salomón se descarrió y por un tiempo él estaba en rebeldía contra el Señor, buscando la felicidad en las cosas de este mundo en lugar que en Dios—esto es exactamente lo que nos dice el libro de Eclesiastés. ¿Entonces por qué rayos quisiéramos establecer a Salomón como un ejemplo que la Iglesia siga? ¿Nos atreveremos a aspirar cosas terrenales como él y apartar nuestros corazones del Dios Vivo? Gracias a Dios, Salomón aprendió la lección de ser obediente en el temor de Dios (Eclesiastés 12:12-14). ¡Que nosotros aprendamos lo mismo por su ejemplo y no caigamos en el mismo error!

VERDADEROS EJEMPLOS DEL ANTIGUO TESTAMENTO

¿Y qué del ejemplo de Moisés? Moisés era un hombre que como bebé fue adoptado por la hija de Faraón y que, a través de su vida, fue criado con todos los lujos y las riquezas de Egipto. Como el hijo de la hija de Faraón, él iba a recibir muchas riquezas como un heredero legal del patrimonio familiar en el reino. Moisés podía haber tenido todo lo que el mundo tenía que ofrecer en cuanto a riquezas y éxito. Sin embargo, las Escrituras nos dicen que Moisés menospreció las riquezas y placeres de Egipto para conocer al Señor: “Por la fe Moisés, hecho ya grande, rehusó llamarse hijo de la hija de Faraón, escogiendo antes ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales del pecado, teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los egipcios; porque tenía puesta la mirada en el galardón” (Heb. 11:24-26).

¿Cuán fácil hubiera sido para Moisés quedarse en Egipto y decir: “Yo amo al Señor y voy a seguirle y ser una luz donde Él me ha puesto”? Sin embargo, él no hizo ninguna excusa, el rehusó rendirse al menor compromiso, y dejó todo para poder ser identificado con el verdadero pueblo de Dios. Él consideró una mayor bendición el sufrir oprobio y aflicción por Cristo más que todos los tesoros que Egipto ofrecía, porque sabía que si dejaba todos sus tesoros terrenales tendría tesoro en el Cielo, entonces estaba dispuesto a dejar todo con gozo mientras miraba a la gran recompensa que le esperaba en el Reino de Dios.  ¡Aprendamos del ejemplo de este hombre de Dios extraordinario e imitemos su fe! Y no solo imitemos la fe de Moisés, sino la fe de todos los verdaderos hombres de Dios y los profetas del Señor que “fueron atormentados, no aceptando el rescate, a fin de obtener mejor resurrección. Otros experimentaron vituperios y azotes, y a más de esto prisiones y cárceles. Fueron apedreados, aserrados, puestos a prueba, muertos a filo de espada; anduvieron de acá para allá cubiertos de pieles de ovejas y de cabras, pobres, angustiados, maltratados; de los cuales el mundo no era digno; errando por los desiertos, por los montes, por las cuevas y por las cavernas de la tierra. Y todos éstos, aunque alcanzaron buen testimonio mediante la fe, no recibieron lo prometido” (Heb. 11:35-39). ¡La descripción en la Palabra de Dios que nos cuenta lo que experimentaron, suena como todo menos prosperidad! De hecho suena como lo opuesto—parece que a menudo eran pobres, afligidos, maltratados, abusados, sufriendo, menospreciados, y puestos a prueba, y la razón era porque el mundo no era digno de ellos. Por lo tanto, el mundo los odiaba, y ellos también odiaban al sistema del mundo. Estos no son ejemplos extremos o raros, porque las Escrituras nos dicen que somos llamados a imitar la fe y ejemplo de ellos y seguir su forma de vivir. El Señor Jesús aún dijo a todos los que le seguirían: “Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo, antes yo os elegí del mundo, por eso el mundo os aborrece” (Juan 15:19). Y la Palabra de Dios igualmente nos promete que “es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios” (Hec.14:22). ¡Esto suena como todo menos que la linda, feliz “vida abundante” que la mayoría de los predicadores modernos de prosperidad nos dicen que tenemos que tener!

UNA PALABRA SOBRE LA LEY

Los predicadores de la prosperidad con frecuencia citan promesas del Antiguo Testamento y de la Ley de Moisés (como los que se encuentran en Deuteronomio 28). Pero se necesita recordar que a pesar de cuan próspero o rico fue un santo en el Antiguo Pacto, no es igual con cada creyente bajo el Nuevo Pacto. Es peligroso tomar una escritura fuera de contexto. Las bendiciones y las maldiciones de la Ley no se aplican en la misma forma a los creyentes bajo el Nuevo Pacto. No podemos mezclar el Antiguo Pacto con el Nuevo, el vino viejo con el vino nuevo (Mateo 9:17). El Nuevo Testamento nos dice que ya no estamos bajo la Ley (Gálatas 3:10, 4:21). Nos enseña que hemos “muerto a la Ley” (Romanos 7:4) y que la Ley “perece” (2 Corintios 3:11). También deja en claro que el Antiguo Pacto es viejo, se envejece y “está próximo a desaparecer” (Hebreos 8:13). Es contra la enseñanza de la Palabra de Dios, contra el Nuevo Pacto, bajo cual actualmente vivimos, el escoger bendiciones y maldiciones del Antiguo Pacto y aplicarlas a los creyentes en Cristo bajo el Nuevo. Ya no estamos bajo el Antiguo Pacto, y nada de ello se vincula con el creyente en Jesús del Nuevo Pacto que es justificado libremente por la gracia (Romanos 3:24). Esto no significa que la Ley no es importante, porque es todavía la Palabra de Dios, que permanece para siempre (1 Pedro 1:25), y tiene muchas prácticas aplicaciones, sombras de las cosas venideras (Hebreos 10:1), e instrucciones para nuestro aprendizaje (1 Corintios 14:34). Y no significa que podemos vivir en libertinaje porque no estamos bajo la Ley. Al contrario, vivimos en libertad sobre el señorío del pecado a causa de que no estamos bajo la Ley (Rom.6:14). El corazón de Dios se encuentra en la Antigua Ley, la cual los creyentes en el Señor Jesús cumplen en su verdadero significado espiritual y propósito de la Ley que consiste en amar a Dios y a los demás, y en ese sentido la Ley es cumplida por los que creen en Cristo (Romanos 13:10). Sin embargo, no podemos tomar promesas abstractas de prosperidad terrenal de la Ley y aplicarlas en la misma forma a creyentes en el Nuevo Pacto, porque si vamos a tomar algunas partes de la Ley entonces tenemos que tomarla toda y rendir perfecta obediencia a ella (Gálatas 3:10). No podemos tomar las cosas de la Ley que nos gusten e ignorar las que no nos gusten. Pero esto es exactamente lo que los predicadores de prosperidad hacen. Ellos toman promesas de prosperidad terrenal para Israel en el Antiguo Pacto y los tuercen para que parezcan ser promesas para la Iglesia en el Nuevo Pacto, pero ignoran todas las otras cosas escritas en la Ley y todos los requisitos de obediencia perfecta y absoluta.

EL NUEVO PACTO NO PROMETE PROSPERIDAD TERRENAL A TODOS

En el Nuevo Pacto, no existe ninguna promesa que se aplique a cada individuo en la iglesia prometiéndoles prosperidad económica y terrenal. El Nuevo Pacto no contiene promesas para aumentar económicamente a cada creyente y hacerles materialmente prósperos con una abundancia de dinero o valor material. No obstante, hay numerosas promesas que nos dicen que si estamos, verdaderamente, viviendo en la voluntad de Dios, honrándolo, poniéndolo primero en nuestras vidas, y caminando en obediencia y amor en el Señor Jesús, Dios va a proveer nuestras necesidades materiales. Y hay promesas que dicen que si somos generosos con nuestros bienes materiales y nuestro dinero y damos a los que necesitan que Dios se va asegurar en proveernos y recompensarnos (por ejemplo, en 2 Cor.9:6). Jesús dijo: “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” pero, en el contexto, él explicó que son “estas cosas” que Dios añadirá a nosotros— “alimento” y “vestido” (ve Mateo 6:25-33). Dios promete suplir todo lo que nos “falta” según sus riquezas en gloria, y no lo que “queremos” o “deseamos” (Filipenses 4:19). Jesús tenía nuestras necesidades básicas en mente cuando prometió que Dios nos proveerá. El torcer esto y convertirlo en una promesa para la prosperidad económica es, para hablar claramente, adulterar la Palabra de Dios.

ALGUNAS ESCRITURAS EXAMINADAS

Hay un gran número de pasajes tomados fuera de contexto que a menudo son dados por los predicadores de prosperidad para “confirmar” las doctrinas que tratan de usar para “probar” que Dios quiere que todos los cristianos sean ricos. Si bien no tenemos el tiempo ni el espacio para tratar con todos, miremos brevemente a algunos: “Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos” (2 Cor. 8:9). Los predicadores de prosperidad nos dicen que esto está diciendo que Jesús fue materialmente rico en el Cielo, pero vino a esta tierra y se hizo pobre, y nos redimió de tener que sufrir de la pobreza, para que ahora podamos ser económicamente ricos. ¿Pero es esto realmente lo que el texto está enseñando? No puede ser porque sino estaría contradiciendo el resto de las enseñanzas en el Nuevo Testamento acerca de este tema. Si el Apóstol Pablo estaba diciendo que tenemos que ser material y económicamente ricos, entonces él fracasó miserablemente en practicar lo que predicaba. Pablo mismo era un hombre sumamente pobre en cuanto a lo material (Él mismo dijo que ni siquiera tenía el alimento o vestimenta adecuada muchas veces, y que además no tenía hogar; ve 1 Cor. 4:11). Si Pablo quería decir que nosotros deberíamos ser económicamente prósperos, ¿por qué Jesús se hizo pobre, por qué él no era rico? ¿Por qué era tan pobre? ¿Y por que sufrió tanto (como Él dice después en 2 Cor. 11:23-28)? Y si Dios quiere que seamos materialmente ricos, entonces ¿por qué los otros Apóstoles vivieron estilos de vida tan pobres y humildes, como la historia de la Iglesia lo documenta? Aún en el libro de Hechos el Apóstol Pedro dijo al pobre mendigo: “No tengo plata ni oro” (Hechos 3:6). De toda la gente, los Apóstoles de Jesucristo estaban en la perfecta voluntad de Dios— ¿entonces por qué no se enriquecieron si Dios lo había prometido? ¿Estaban viviendo vidas derrotadas fuera de la voluntad de Dios porque vivían en pobreza? ¿Quién se atreverá decir tal cosa? Sin embargo, esto es exactamente lo que estos predicadores de prosperidad están diciendo, no directamente, pero lo hacen al decir que es la voluntad de Dios que todos los creyentes sean económicamente prósperos. ¡Esto significa que si alguien no está prosperando económicamente, no está en la perfecta voluntad de Dios! En 2 Corintios 8:9 (citado arriba), el Apóstol Pablo está relacionando lo físico con lo espiritual. Él menciona las riquezas materiales de Jesús y las glorias del Cielo, y dice que Él dejó todo eso para humillarse y convertirse materialmente pobre, para que a través de su pobreza y sufrimiento pudiéramos ser ricos espiritualmente. Si esto no es lo que él quería decir, entonces se contradice totalmente, ya que él era muy pobre, y además nos da a entender, claramente, que solo algunos son designados a ser ricos (1 Tim.6:17). Más esto debe ser lo que él quería decir, porque va de acuerdo con el resto de lo que la Biblia enseña. (Y la Biblia sí habla de las riquezas materiales y espirituales en una misma frase, como en Apocalipsis 2:9 donde habla primero de las riquezas materiales y luego de las riquezas espirituales en la misma oración, así como también en 2 Corintios 8:9). Entonces, Dios está preocupado con nuestra prosperidad espiritual, no con nuestra prosperidad material. Dios quiere que seamos espiritualmente ricos hacia Él, abundando en buenos frutos que glorifiquen Su nombre. Esto no puede ser tomado como una promesa que garantice las riquezas terrenales para cada creyente.

Otra Escritura favorita, a menudo usada por los predicadores de prosperidad, es 3 Juan 2: “Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma.” Los predicadores de prosperidad citan esto y dicen: “Ven, el Apóstol Juan dice que él desea que en todas las cosas prosperemos material y económicamente y que tengamos salud, como prospera nuestra alma.” Ellos dicen que esta es una promesa para cada creyente que podemos ser económicamente prósperos si solo lo creemos y declaramos por fe. ¡Pero no hay que ser tan ingenuos! Acordémonos que la Palabra de Dios tiene que ser leída e interpretada en su contexto. Esto es algo que los predicadores de prosperidad fallan en hacer. Entonces, examinemos este versículo en su contexto.

En primer lugar, esta no es una declaración de una promesa absoluta de Dios; sino un deseo del Apóstol Juan. Él dijo: “Amado, yo deseo…” Es la declaración de un deseo. Juan no está prometiendo a cada persona a la cual está escribiendo que Dios si los prosperará, él simplemente está declarando que él desea que prospere. Si tomamos esta declaración como una promesa segura de Dios estamos tomándola más allá de su significado literal y claro.

En segundo lugar, tenemos que tomar en consideración a quien el Apóstol Juan está escribiendo. Obviamente, no está escribiendo esto a cada persona que dice ser cristiana. Él está escribiendo esto a un hombre llamado Gayo, un amado hermano en la Iglesia. En esta corta epístola, nos muestra algunos rasgos loables de Gayo: es un amigo íntimo que ha sido personalmente recomendado por un Apóstol de Jesucristo como un hermano en el Señor y Juan alude a ser su padre espiritual en Cristo (vers.1, 4). Él está caminando en obediencia total a la verdad del Evangelio (vers.3-4), es fiel en servir, ser hospitalario y dar generosamente a los hermanos, desconocidos, especialmente a misioneros (vers.5-8). Gayo no era cualquier supuesto “cristiano”, era un hermano fiel que aprendía del Apóstol Juan, estaba caminando en amor y obediencia en santidad y verdad, y se desvivía por mostrar generosidad y amor a los misioneros viajantes.  Gayo era un hombre que estaba ocupado en la obra del Señor.

Por lo tanto, podemos suponer que mientras Gayo gozaba de buena salud, estaba bien y era próspero en todas las cosas, la obra del Señor continuaría a través de él, y los hermanos desconocidos y misioneros seguirían siendo ministrados. ¿Por qué no quisiera alguien que un hermano tan fiel prospere en todo? ¡Mientras que prospere, estaría ayudando generosamente a la obra de Dios! Entonces el Apóstol Juan deseaba que Gayo prospere y tenga salud porque Juan sabía que mientras lo hacía, los misioneros iban a ser apoyados. Juan en ninguna manera deseaba que Gayo prospere para que pudiese acumular los lujos y placeres de este mundo— ¡la única razón por la que él declara que deseaba que Gayo prospere en todo era porque escuchó que Gayo estaba ayudando generosamente a los misioneros!

Acerca de unidoscontralaapostasia

Este es un espacio para compartir temas relacionados con la apostasia en la cual la Iglesia del Señor esta cayendo estrepitosamente y queremos que los interesados en unirse a este esfuerzo lo manifiesten y asi poder intercambiar por medio de esa pagina temas relación con las tendencias apostatas existentes en nuestro mundo cristiano.
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4 respuestas a LOS PREDICADORES DE LA PROSPERIDAD Y LA GANANCIA FINANCIERA (SEGUNDA PARTE)

  1. jorge bonerge dijo:

    este tema es muy extenso,todo lo escrito es verdad ,pero lo que prevalese es la voluntad de nuestro DIOS si el quiere te da todo el dinero que el quiera,sino te puede tener casi en la miseria,no por no tener dinero dejas de ser un hijo querido de nuestro REY la bendicion no se mide por la prosperidad economica,lo importante es la salvacion del alma.

  2. Mario dijo:

    me encanto su estudio , quisiera que estos lobos disfrasados , se fueran a Zambia , a cualquier pais de Africa a predicar prosperidad., Dios te bendiga por alumbrarnos con la Luz de cristo

  3. gracias a Dios por haber personas que se dedican a mostrar la verdad de la palabra de Dios este estudio me ayudo bastante porque yo estube en lugar como este pero Dios me rescato y ahora me encuentro bien Dios los bendiga

  4. lenin starlin dijo:

    dice la palabra de Dios mateo 24:24 porquie se levantaran falsos cristos y falsos profetas que haran grandes prodigios que engañaran si fuese posible aun a los escogidos. la palabra anticristo en contra de cristo son aquellos que se llaman cristos, el unico cristo es el que resucito de los muertos, que esta sentado a la diestra del Padre, pero estos falsos anticristos se han levantado como ungidos, que son hijos del diablo, como miranda y muchos mas, la sana doctrina son los frutos del espiritu galatas 5:22 que habla del caracter del Espiritu Santo de Dios, ese es la sana y lo que dijo cristo, aprended de mi que soy manso y humilde de corazon que hayeis descanso para vuestra alma . , entiendo y comprendo que lo que Dios nos ha enseñado a cada uno de nosotros es la sana doctrina sin la cual nadie vera al Señor,

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