Mario E. Fumero
Los grupos de lesbianas y homosexuales se manifiestan públicamente reclamando sus derechos para vivir abiertamente como tales, alegando que en nuestra sociedad existen prejuicios y rechazo hacia este gremio, el cual hoy se organiza como grupos denominados LGTB para imponer su agenda.
No podemos negar que los movimientos LGTB y del Género se ha convertido en una de las influencias en los altos círculos de las Naciones Unidas y de muchas trasnacionales, lo cuales dan un fuerte apoyo económico en los Estados Unidos para imponer su llamada agenda del GÉNERO y reclamar sus “derechos” para influenciar en las nuevas educaciones y han una estrategia para imponer el término “genero”, y elimina la identidad bíblica del concepto de “varón y hembra” para inventar el llamado «sexo neutro».
La influencia liberal de la sociedad deja sentir incluso en algunas iglesias llamadas “cristianas” y muchos escritores evangélicos se han dado a apoyan esta causa. En el diario «El País» de España y en un cable de la agencia Gabipres, se difundió la noticia de que un sacerdote anglicano en Leicester, Inglaterra, llamado Peter Stone, decidió convertirse en mujer mediante una operación, siendo el primer religioso en cambiarse de sexo (en el año 2000), y eso, pese a haber sido casado dos veces y tener una hija adolescente. El obispo Barry Rogerson, jefe de su diócesis, aprobó esta acción junto al 90% de los feligreses que forman su iglesia. ¿Qué indica esto? Que la homosexualidad es una influencia generalizada y en crecimiento, que se va a imponer jurídicamente.
Si analizamos este tema a la luz de la Biblia podemos afirmar que tal acción fue condenada por Dios en Levítico 18:22 que dice: “No te echarás con varón como con mujer; es abominación” como en el Nuevo Testamento, en donde San Pablo señala las aberraciones de los romanos, los cuales dejando el uso natural de la mujer, se entregaron hombre con hombre a acciones catalogadas por el Apóstol como actos “contra naturaleza” (Romanos 1:26), pero estos hechos datan desde el mismo libro de Génesis, con la historia de Sodoma y Gomorra. Frente a esta realidad ya generalizada, sobre el derecho a imponer como natural lo anormal ¿Hacia dónde vamos? A la dictadura del género? Si aceptamos este como un derecho, terminaremos aceptando como lega el incesto, la prostitución, las drogas, la eutanasia, y el legislar contra todas las leyes naturales y morales, pero el derecho termina cuando la naturaleza y la moral es violentada, porque la sexualidad no es una religión, ni una ideología, sino biología.
No digo que hay que discriminar a los que son víctimas de esta tendencia. ¡De ninguna manera¡, Ellos deben ser respetados como personas. El ser tolerante no significa ser permisivo. Violentar físicamente a una persona por tener una desviación es incorrecto, como lo es imponer su criterio hablar del derecho LGTB para imponerse va contra lo natural y moral, y es un absurdo. No puede existir un derecho torcido, porque ya no sería “derecho”. No debemos marginar a los homosexuales de sus derechos personales, pero tampoco podemos aceptar la imposición de su idolología ¿Qué ocurrirá cuando la homosexualidad sea un estilo de vida institucionalizada? Qué podrán casarse, adoptar hijos y enseñarle a nuestros niños en las escuela lo feliz que se es cuando se vive en pareja, siendo del mismo sexo, y lo que es peor, podremos ser denunciados y sentenciados a la cárcel, o ser multados si en algún momento nos atrevemos a condenar tal acto como pecado y “abominación”.
¿Llegarán los grupos homosexuales a imponer sus ideas en nuestra sociedad? ¡Me temo que sí!. Tan solo necesitan colocar elementos “gay” en los puestos claves para lograrlo. Así lo han hecho en Estados Unidos donde muchos organismos están minados por estos elementos, incluyendo las Naciones Unidas, la Casa Blanca y las compañías de cine. Un pastor Bautista, que trabaja con las Asambleas de Dios en Winter Park, llamado Alan Chamber, declaró que ha rescatado a muchos jóvenes de la vida “gay” y que hoy son normales. Él afirma que la solución a este mal no esta en legalizar lo anormal, sino en buscar una salida correcta, para que la naturaleza sea dignificada según el propósito de Dios.
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