Ángel Bea

“Porque la palabra de Dios es viva y eficaz y más cortante que toda espada de dos filos, y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta” (Heb.4.12-13)
En 2ªR.8.7-15, se dice que el rey de Siria cayó enfermo y temiendo por su vida, envió a su hombre de confianza, Hazael, al profeta Eliseo que se encontraba por allí en esos días para que éste le dijera, por palabra de Dios, si sanaría o no. Así que Hazael va al encuentro del profeta cargado de regalos y cuando lo encuentra, le pregunta de parte del rey: “¿Sanaré de esta enfermedad?” Entonces, Eliseo, le dice:
”Ve y dile: Seguramente sanarás. Sin embargo, Yawéh me ha mostrado que él morirá ciertamente” (V.10).
Tenemos que dejar bien sentado, que los profetas de Israel no eran una especie de adivinos o futurólogos, como los que estamos acostumbrados a ver en la TV. Si ellos percibían el futuro o llegaban a saber algo extraordinario, era por revelación de Dios. Teniendo en cuenta esa realidad, notemos que la primera parte del mensaje es para Ben-adad rey de Siria; sin embargo, la segunda se la dice a Hazael: “Yawéh me ha mostrado que él morirá…”
A continuación ocurre algo inesperado: “el varón de Dios le miró fijamente y estuvo así hasta hacerlo ruborizarse; luego lloró el varón de Dios. Entonces, le dijo Hazael: ¿Por qué llora mi señor? Y él respondió: Porque sé el mal que harás a los hijos de Israel; a sus fortalezas pegarás fuego, a sus jóvenes matarás a espada, y estrellarás a sus niños, y abrirás el vientre a sus mujeres que estén en cintas” (v.12).
Es interesante notar que Hazael no se espanta por lo que, de forma tan dramática oye decir al profeta acerca de su comportamiento futuro. Más bien reconoce que él no tiene ni la posición ni “el poder” para realizar tales cosas: “¿Qué es tu siervo, este perro, para que haga tan grandes cosas”? Entonces, el profeta Eliseo le declara que él llegará a ser rey: “Yawéh me ha mostrado que tú serás rey de Siria” (v.13)
Hasta ese momento, Hazael era un hombre “digno de confianza” de su rey. Seguramente desde el lugar donde estaba y la función que ejercía, él podría favorecer a mucha gente y tendría una “buena imagen” ante todos. Nadie podía imaginarse lo que él, estando en un cargo importante como era el de rey sería capaz de hacer. ¡Ni siquiera él se conocía a sí mismo!. En este punto, es bueno que nos preguntemos si nos conocemos a nosotros mismos. Esa es una buena pregunta.
Por tanto, cuando Hazael vio todo el cuadro completo de lo que llegaría a ser y lo que haría, se puso de manifiesto quién era esa “buena persona” al cual todos conocían. Ante la posibilidad de “tocar poder”, en nada parece que reparó en lo malvado que llegaría a ser, sino en el cargo que ocuparía. A él solo se le quedó grabado aquello de, “tú serás rey de Siria”. En ningún momento huyó de esa posibilidad de reinar, para evitar aquellos tan perversos males. Esto nos lleva a pensar que quien ansía el poder de esa manera, nada le detendrá para conseguirlo; pero también hará cualquier cosa para conservarlo. Pasa con algunos políticos.
Así que, como de todas maneras todo eso iba a suceder, ¿Por qué no “aligerarlo”? Por tanto cuando llegó ante su rey éste le preguntó: “¿Qué te ha dicho el profeta?”. Entonces Hazael solo le da la primera parte del mensaje: “Me dijo que seguramente sanarás” (V.14) Evidentemente, la enfermedad no era de muerte.
Pero la segunda parte, la cumplió Hazael mismo: “Al día siguiente, tomó un paño y lo metió en agua y lo puso sobre el rostro de Ben-adad y murió, y reinó Hazael en su lugar” (v.15) Es decir lo asesinó acelerando así la predicción del profeta. Luego, llegado el tiempo, hizo todo el mal que el profeta le había dicho.
Este es un ejemplo de cómo, por la palabra de Dios dicha por el profeta, se descubre la naturaleza del ser humano que solo necesita de la oportunidad, la posición y los medios necesarios para hacer cosas que él mismo ni siquiera se había imaginado. Reza un dicho: “¿Conoces a fulanito? Dale un ‘carguito’ y lo conocerás?”. Y esto es de aplicación a todos los niveles de la sociedad y a toda persona; y el poder peor, seguramente, es el político. Pero no el único, claro.
Hace muchos años escuché a un pastor cubano que hablaba de la naturaleza humana y cómo en esta hay dos tendencias. Él decía: “En todos nosotros hay una fiera agazapada dispuesta a saltar en el momento oportuno… Yo quisiera que ustedes hubieran visto a una mujer, todo dulzura, amable, cariñosa, todo en ella bondad… una vez que llegó la revolución cubana, puesta en medio de la plaza del pueblo, con los brazos en jarras y gritando como una energúmena: ‘¡Paredón para todos, que los fusilen!’”
Es en esos momentos de la historia de los pueblos, cuando en medio de las crisis, los conflictos entre los seres humanos, (a veces creados por políticos desalmados) las leyes se relajan, a los ciudadanos se les dan (o ellos mismos se toman) ciertas “atribuciones” (poder) y se ponen de manifiesto las más bajas pasiones que habitan en lo profundo del ser humano y de lo cual muchos ni eran conscientes. La historia en el pasado, -pero también el presente- está llena de ejemplos.
Afortunadamente, a los creyentes se nos ha dado esa herramienta que es “la palabra de Dios –que- es viva y eficaz y más cortante que toda espada de dos filos” la cual llega hasta lo más profundo de nuestro ser. Luego, su acción eficaz y potente luz, llevará a cabo una obra en nosotros, por medio de la cual nos veremos como Dios nos ve, nos conoceremos como realmente somos y no como creíamos que éramos. Al ponernos delante de esa Palabra, por la acción del Espíritu de Dios, nos damos cuenta de que “todas las cosas están abiertas y desnudas delante de Aquel a quien tenemos que dar cuenta” (Heb. 4.12-13). A partir de ahí podemos tener la confianza de que la gracia de Dios ha comenzado en nosotros una “buena obra” (Flp.1.6); “una nueva creación” (2ªCor.5.17; Gál.6.15) y por la cual somos orientados hacia lo santo, lo bueno, lo limpio, lo justo, lo noble, lo recto, lo verdadero, etc. (Fil.4.) Pero… aún con todo y con eso y a menos que lo tomemos muy en serio no hay garantía de que demos a luz ese proyecto santo y justo que Dios tiene pensado para nosotros. ¡Tenemos una gran responsabilidad!.
Que él nos ayude.
(Ángel Bea)