Mario Fumero
Si queremos conducir a la nación de Honduras por un camino de prosperidad, es necesario en estos momentos de crisis mundial, mirar hacia un futuro mejor desechando el revanchismo. Es imperativo detener las campañas de odio existente entre partidos, y dentro de ellos mismos, y no seguir removiendo de forma continua los errores del pasado, y vivir siempre agitando el fantasma de lo que supuestamente fueron los errores desastrosos de los gobiernos anteriores, para comenzar a mirar con optimismo el futuro, aplicando un principio bíblico que nos puede ayudar a alcanzar la salud y la unidad de un pueblo que tristemente vive muy dividido por diversos factores históricos. Jesús enseñó que todo reino dividido contra sí mismo no prevalece (Mateo 12:25), y el apóstol Pablo, en una de sus epístolas recomendó que debemos olvidar lo que queda atrás para extendernos a lo que está por delante, a fin de alcanzar el premio del supremo llamamiento en Cristo Jesús que es la unidad de criterios (Filipenses 3:13).
No podemos refundar un país en crisis reviviendo de forma continúa evocando los errores del pasado con el único propósito de justificar nuestras acciones y errores. En todo gobierno hay gente buena y mala, incluso Jesús tuvo discípulos que le fallaron, y era el mejor líder. El primer paso para la restauración de un orden económico, y una división como país es buscar la sanidad emocional de forma colectiva, aplicando la justicia de forma imparciales y retomar los valores perdidos en el pasado para hacer conciencia de lo que debemos de hacer, y no está exaltando lo que tristemente ya no podemos resolver.
Al contemplar el panorama mundial, las alteraciones del cambio climático, la convulsión económica que vive las grandes potencias y los continuó rumores de guerra y crisis financiera, debemos de ser coherentes y comenzar a buscar pautas para restaurar la estabilidad social, la productividad, y lo más importante, las buenas relaciones entre los seres humanos para ayudarnos en estos momentos de crisis que vivimos y superar las dificultades existentes.
Nuestra debilidad es vivir del pasado, “lo que pudo haber sido, y no fue”. Hoy debemos mirar el futuro con optimismo y tomar las medidas necesarias para no cometer los mismos errores que anteriormente se cometieron. Una de las deficiencias grande de la democracia latinoamericana es la tendencia a tratar de que un poder del estado controla los otros dos. Cuando en un gobierno al equilibrio de poderes se rompe, hay crisis, y esto no nos ayuda a evitar muchos de los problemas que hasta ahora han existido en el país, porque indudablemente, cuando los poderes son absolutos, la corrupción domina. Se necesita una alianza entre los poderes del estado para trazar políticas coherentes, conscientes de que todo dependemos de todos, y en la unidad de criterios se encuentra la sabiduría y la armonía.
No debemos seguir revolviendo el pasado, sino enfrentar los problemas del presente que es la miseria y el atraso. Para refundar una nación y poner orden necesitamos coherencia, conciencia de la realidad, e implementar una justicia que no promueva el odio, ni el espíritu de venganza, pero que establezca pautas para que se haga lo justo y recto. No podemos renovar un país si vivimos señalando los unos a los otros, y juzgándonos los unos a otros, es ahí cuando se hace necesario las palabras del apóstol Pablo cuando dijo que necesitamos hombres y mujeres que, al gobernar la nación, no busquen lo suyo propio, (Filipenses 2:4) sino lo que es de Cristo, que es equivalente al bien de los demás, y no solamente en el mío propio.
Iniciemos una campaña de unidad, desprovista de odio y señalamientos, para no seguir dividiendo más al país, porque esta en juego no el futuro nuestros hijos, y los hijos de nuestros hijos.