Mario E. Fumero

Era una noche fría, de esas en la cual uno se arropa y se duerme tranquilo. De pronto, vi una Honduras diferente. Miraba una Tegucigalpa limpia, con drones para basura en los postes de las esquinas, y la gente al pasar colocaba la misma. En las calles, bien señalizadas, no había ningún hoyo. Cuando trate de cruzar, el chofer del carro se detuvo, y cortésmente me cedió el paso. Ya no había esos buses chatarras, sino unas autobuses modernos, en los cuales al entrar se pagaba en una maquina existente. El chofer estaba uniformado, como un soldado, y con sumo cuidado conducía el mismo, y solo paraba en los puntos autorizados.

La gente caminaba tranquila, con su celular en la mano, sin  temor, como en la época de Carias, hace  mas de 90 años atrás. Al entrar a uno de esos barrios, que hasta hace poco era cueva de ladrones y mareros, vi a la gente sentada en las puertas de sus casas, y como por arte de magia, habían desaparecido las rejas y los portones de hierro que convertían las casas en cárceles y los negocios en fortaleza. La gente se miraba alegra, tranquila y feliz. Los niños jugaban en las calles, y los trasuntes se saludaban  jovialmente.

Entre en una oficina del gobierno, y todos los empleados estaban entregado a sus labores cotidiana. Una joven se me acerco y gentilmente me pregunto que deseaba, y le explique que necesitaba un documento, rápidamente me remitió a otro empleado que sin perder tiempo, inicio el tramite.

Al salir de la oficina y doblar la esquina, me encontré con un agente de policía que amablemente me saludo -Como esta Señor, le puedo ayudar en algo-  me replico, y le conteste que no, que solo buscaba una dirección.

Algo maravilloso había ocurrido, se respiraba una paz como nunca antes. No había temor en la gente. En la esquina un niño vendía el periódico, y al comprarlo mire su portada, ya no habían muertos, ni sangre, ni malas noticias. En la portada leía «Hondureño recibe el premio nobel de la ciencia en Estocolmo»  «El presidente inaugura moderno centro educativo en el interior del país» «Regresan voluntariamente al país miles de emigrantes»  «Detenido un político por sobornar a juez»,  «Se reducen las cárceles del país para la delincuencia común» «Presidente le declara la guerra a la corrupción estatal» .

Continúe mi camino, y al llegar al parque Central encontré una feria del libro, las áreas verdes estaban engalanada con rosas y claveles sembrado. La gente estaba sentada conversando. Cayó la oscuridad, las luces iluminaban las calles, pues aun, siendo las 9 de la noche, estaban llenas de personas que circulaban y se detenían en los negocias al aire libre, para tomarse un refresco o helado.  Al día siguiente cuando me levante y puse la radio, me encontré con la grata noticia de que tan solo había un muerto en todo el país, y esto fue debido a un accidente de tránsito, y que el gobierno había inaugurado una cárcel para personas corruptas, en donde guardan prisión varios ministros y diputados, así como grandes jefes que estaban sentenciados por abuso de autoridad y malversación de fondos públicos. El Banco Central informaba que el índice de pobreza había llegado a un 20%. Increíblemente estemos prosperando, vivamos en paz, ya no hay muertos violentos. Ahora Honduras era un país normal, prospero y sobre todo, que sabia valorar la vida. Miles de jóvenes sembraban pinos y robles en la cuesta del picacho y en cerro de Juana Laínez. La esperanza resurgía, y el país emergía hacia un futuro glorioso.

De pronto sentí un grito, ¡Auxilio me están robando!  y desperté del susto, pues el vecino estaba siendo víctima de un asalto, y entonces descubrí que todo era un sueño, y al despertar, me encontré de nuevo con la pesadilla, con la realidad de una Honduras sumergida en el caos, crimen, desorden, corrupción y violencia. Todo lo que vi era tan solo un sueño, porque los sueños, sueños son. Al fin y al cabo, soñar no cuesta nada.

mariofumero@hotmail.com

http://www.contralaapostasia.com