Las Escrituras afirman tres muy importantes verdades acerca de la Caída de Adán y sus consecuencias devastadoras para toda la humanidad. Aparte de estas verdades es imposible explicar la corrupción moral de la humanidad y la presencia universal de la maldad en un mundo que fue creado bueno. Estas tres verdades son:
1. Dios hizo a Adán el representante o cabeza de la raza humana. Como cabeza, Adán actuó en nombre (de parte) de toda la humanidad y las consecuencias de sus acciones nos afectan a todos.
2. Dios “imputó” el pecado de Adán a todos los hombres. Las palabras imputar e imputación, provienen del verbo latino imputare que significa, “considerar, contar, atribuir, o cargar a la cuenta de uno.” Con respecto a la Caída, significa que Dios cargó el pecado de Adán a la cuenta de todos los hombres. Dios considera y trata a todos los hombres desde su nacimiento como pecadores por causa del pecado de Adán. Todos los hombres llevan la culpa y la pena del pecado de Adán.
3. Dios entregó a todos los hombres a la corrupción moral. La pena del pecado de Adán no solamente fue la muerte, sino también la corrupción moral – él cayó de su estado original de justicia y llegó a ser una criatura moralmente corrupta.
Cada uno de los descendientes de Adán nace en el mismo estado moral – inclinado a la maldad, en enemistad con Dios, y hostil a la santidad y justicia. Una Verdad Innegable, Un Misterio Inexplicable La Caída de la humanidad en la Caída de Adán estará siempre envuelta en misterio. La imputación es una de las doctrinas más grandes y esenciales en el Cristianismo, las Escrituras claramente la enseñan, y esta doctrina provee la única explicación adecuada de la corrupción universal de la humanidad. A la vez, las mismas Escrituras que afirman la imputación, ofrecen poca explicación de la doctrina, y no ofrecen ninguna defensa en contra de las frecuentes acusaciones de que tal doctrina es injusta. ¿Cómo puede ser justo que Dios impute el pecado y la culpa de Adán a toda la humanidad? Los siguientes puntos son dignos de ser considerados.
1. La veracidad de un una doctrina no se comprueba por nuestra habilidad de comprenderla o de reconciliarla con nuestro entendimiento. Tampoco es nuestra inhabilidad de comprender una doctrina una base adecuada para rechazarla. Si esto fuera el caso, el estudio de la doctrina cristiana sería imposible porque no hay ninguna verdad revelada que no contenga un elemento de misterio. En Deuteronomio 29:29, las Escrituras declaran, “Las cosas secretas pertenecen a Jehová nuestro Dios; mas las reveladas son para nosotros y para nuestros hijos para siempre, para que cumplamos todas las palabras de esta ley.” La gran promesa de la Escritura es que la verdad que creemos y la que aún no comprendemos plenamente, un día nos será revelada y la sombra de incertidumbre y duda que aún nos queda desaparecerá a la luz de la plena revelación de Dios. El apóstol Pablo escribe, “Ahora vemos por espejo, oscuramente; mas entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte; mas entonces conoceré como fui conocido” (I Corintios 13:12).
2. A través de las Escrituras, Dios ha demostrado Su perfecta justicia en Su trato con los hombres de tal manera que cualquier acusación contradictoria recibe una fuerte reprensión – “… Mayor es Dios que el hombre. ¿Por qué contiendes contra él? Porque él no da cuenta de ninguna de sus razones.” (Job 33:12b-13). “Mas antes, oh hombre, ¿quién eres tú, para que alterques con Dios?” (Romanos 15
9:20). Si Dios ordenó que Adán fuera la cabeza de la raza y que su pecado fuera imputado a toda la humanidad, es justo. Dios tiene el derecho de proponer y obrar según Su propio beneplácito.
3. Fue una gran demostración de la gracia de Dios que Él permitía que un hombre fuera probado en lugar de todos los hombres. Adán fue el hombre más digno y capaz de toda la raza humana y vivió en un lugar perfecto sin la corrupción moral que hoy prevalece. Dios escogió el más grande y más noble de entre nosotros para ser probado en el lugar de todos.
4. El testimonio de las Escrituras, la historia humana, y la consciencia comprueban que ninguno de la raza humana habría respondido mejor que Adán. Dada la oportunidad, cada ser humano se habría rebelado contra Dios como lo hizo Adán.
5. Todos los descendientes de Adán, tan pronto como puedan, voluntariamente participan en la rebeldía de Adán contra Dios y comprueban que Dios los condena justamente.
6. Si es injusto que Dios condene a toda la raza humana a través de la caída de un hombre – Adán, entonces es también injusto que Dios salve a Su pueblo (los redimidos) a través de la obediencia de un hombre – Jesucristo. Si Dios no puede imputar el pecado de Adán a toda la humanidad, entonces Él no puede imputar el pecado de los hombres a Cristo, o imputar la justicia de Cristo a los que creen.
CONTINUARA…