Mario E. Fumero
Es una vergüenza para el país que algunos políticos elegidos como diputados convierten el congreso de la nación en un campo de batalla y de ofensa, dando una imagen de un país incivilizado que no sabe afrontar sabiamente los problemas del estado.
No es la primera vez que en el hemiciclo del Congreso de la nación los padres de la patria se enfrascan en una batalla campal, agrediéndose física y verbalmente, lo cual deja un mal sabor de boca, pues supuestamente ellos representan lo mejor del pueblo hondureño, pero con su conducta, algunos de ellos reflejan dos realidades que vamos analizar en este artículo.
La primera realidad evidencia una total falta de valores cristianos en la relación con sus semejantes, pues ignoran las enseñanzas de Jesucristo en donde nos manda a amar, no solo a mis compañeros de cámara, sino aun a nuestros enemigos, y supuestamente, los que están en el congreso, aunque difieren de idea, en lo político, no son enemigos, y si lo fueran, el amor cristiano debería sobrepasar todo entendimiento.
La segunda realidad que evidencian la actuación de estos diputados es la carencia de un alto grado de concepto cívico en las funciones que desempeñan, ya que representan al pueblo, y es de suponer que cuando fueron electos como diputados se les consideraban personas cultas, maduras y con capacidad de actuar coherentemente, para establecer leyes que mantuvieran la paz y la convivencia social, pero ¿ Cómo es posible que los que proclaman el orden y el respeto a la ley, sean los primeros en violentarla en sus relaciones personales dentro de la cámara de los diputados?
Uno de los principios básicos que deben tener en cuenta la gran mayoría de los diputados, es el amor a los enemigos, y el respeto a sus semejantes. El hecho de que estemos divididos en partidos políticos e ideológicos, no debe llevarnos a una confrontación física ni ofensiva, pues la diferencias se ventilan a la luz del respeto mutuo, porque debemos defender idea usando las armas de la ley y del respeto al derecho de los demás. No me cabe en la cabeza que los diputados lleguen a una disputa violenta en donde haya actos de agresividad y ofensas con palabras soeces.
Supuestamente, cuando elegimos a personas para que representen al pueblo y establezcan leyes, esperamos que tengan un alto contenido cívico, y sean personas íntegras, con dominio propio, y sobre todo con madurez hacia el los que piensan diferente, pero cuando vemos estos incidentes en el lugar en donde se elaboran las leyes del país, convirtiéndolo el parlamento en un ring de boxeo, le damos al mundo una mala impresión y una sensación de irrespeto cultural y sobre todo, de una conducta inmoral. Es por ello que debemos identificar a los que tales acciones comenten y no volverlos a elegir en las próximas elecciones.
Uno de los peores flagelos que puede padecer una sociedad es el ver que sus gobernantes respeten las leyes con las cuales quieren gobernar al pueblo, sembrando la división y contienda que nos llevará a forjar una sociedad anárquica, y violenta, más de la que tenemos actualmente. Es necesario hacer un llamado a la conciencia de los señores diputados, que busquen la forma de defender sus ideas y principio sin atentar contra sus semejantes, pensando en qué su ejemplo va a marcar las futuras generaciones que vengan, y, además, el comportamiento de ellos refleja la cultura de una sociedad política que debe promover más que el odio y la enemistad, el respeto y la convivencia pacífica.
Esto no solo pasa en el congreso de Hondura, también ha ocurrido en otros países, pero nosotros debemos marcar la diferencia, y, por lo tanto, hago una exhortativa a los señores diputados para que se comporte a la altura, a fin de qué den ejemplo de tolerancia y comprensión para que las futuras generaciones no aprendan de sus malos ejemplo, sino de la forma recta, correcta y cristiana en que deben proceder.