Por Vicente Quiñones Aponte

El décimo mandamiento dado por Dios al pueblo de Israel por manos de
Moisés dice: “No codiciarás la mujer de tu prójimo, ni desearás la casa de tu prójimo, ni su tierra, ni su siervo, ni su sierva, ni su buey, ni su asno, ni cosa
alguna de tu prójimo[2]”.
La definición de codicia, según el diccionario de la Real Academia Española, es: “Afán excesivo de riquezas” [3]. En el capítulo 6 y versículos 8 al 10, de 1 Timoteo
el apóstol Pablo nos dice: “Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto. Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y muchas
codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición; porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores.” En estos versículos la Palabra de Dios nos dice, claramente, lo que nos lleva a codiciar, que es un pecado según la biblia[4], y las consecuencias de la codicia.
La Palabra de Dios dice, claramente en el versículo citado anteriormente que “los
que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y muchas codicias necias” y
que “raíz de todos los males es el amor al dinero”, hablando aquí la Palabra de
Dios de las motivaciones que nos llevan a codiciar. Es de imaginarse que este
versículo de la Palabra de Dios está prohibido en muchas iglesias de este tiempo
o la interpretación que le aplican debe ser una gran distorsión del mensaje bíblico.
Ahora, la consecuencia de la codicia es, según dicho versículo: “se extraviaron de
la fe”. O sea, que la codicia te aparta de la verdadera fe en Cristo Jesús y por
ende te lleva a la perdición porque estás poniendo la fe en las riquezas y no en
Jesucristo. El mismo Señor Jesucristo dijo: “Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas [5]”.
Jesús plantea que existirá un conflicto de intereses en las personas que quieren
servir a Dios, pero codician muchas riquezas. Pero los falsos apóstoles y profetas
insisten en que pueden conciliar el servicio a Dios y la codicia por muchas riquezas. Ellos han hecho como el joven rico que prefirió buscar alguna otra vía para llegar a Dios, pues no quería soltar sus riquezas para seguir a Cristo [6]. Jesús lo invito a que hiciera riquezas en los cielos, pero el prefirió las riquezas terrenales como lo hacen los falsos apóstoles y profetas modernos que, como dijo el apóstol Pablo, solo piensan en lo terrenal[7].
En estos tiempos finales en los que estamos viviendo, muchos creyentes que
se dicen ser cristianos practican la codicia. Algunos, a la verdad, por ignorancia,
pero otros simplemente se han corrompido cayendo en codicias necias, como
dice el versículo que acabamos de leer, lo que los ha llevado a desviarse de la fe.
Y podemos preguntarnos y decir: “Escritor, ¿cómo que se han desviado de la fe?;
¡ellos siguen asistiendo al templo, cargan una biblia (o una biblia digital en su
teléfono celular), diezman, cantan alabanzas e himnos!” Y con mucho amor y
respeto les contesto: “Están siguiendo una fe, pero no la fe bíblica. Están siguiendo una fe, pero no la fe apostólica (hablo de los apóstoles de la iglesia primitiva, los verdaderos). Están siguiendo una fe, pero no la fe en Cristo Jesús”.
Esta seudo fe, que enseñan los falsos apóstoles y profetas, no está basada en el
amor, sino en el egoísmo, la codicia, la vanagloria y otras muchas prácticas que
no provienen del Espíritu de Dios, sino de la carne o del espíritu del anticristo. Es
triste ver cómo, teniendo la Palabra de Dios en sus manos, multitudes son engañadas y desviadas de la fe en Cristo Jesús y sus sanas enseñanzas a una fe
basada en herejías y doctrinas de demonios. El mismo Señor Jesucristo dijo que
en el día de su venida, un grupo será puesto a su derecha (sus ovejas) y otro
grupo será puesto a su izquierda (los cabritos) y el recibirá a los de la derecha
(sus ovejas) en su reino y los de la izquierda (los cabritos) serán echados en el
lago de fuego[8]. Cristo cuando se encarnó en Jesús vino a enseñarnos el camino
al Padre[9] . En la vida terrenal de Jesús nunca se observó el egoísmo, la codicia o
la ambición.
En el capítulo 2 y versículos 44 al 47 del Libro de los Hechos se relata como actuaban y porque eran movidos los creyentes de la iglesia primitiva. Dice que tenían en común todas las cosas y vendían sus propiedades y sus bienes para ayudar a los que entre ellos estaban en necesidad. No eran codiciosos ni ambiciosos de cosas materiales. No eran egoístas, se preocupaban por los demás, no sólo por los hermanos en la fe, sino que por todo el pueblo.
Los falsos apóstoles y profetas del presente alegan que el dinero es necesario
para promover o avanzar el reino de Dios, pero ellos en realidad están avanzando
sus propios reinos. En cierta forma, es cierto que el dinero puede ser necesario
para el avance del evangelio, pero esto no se logra a través de la acumulación de
bienes materiales sino a través de la distribución de estos. En un relato del Libro
de los Hechos, Bernabé vendió una heredad y trajo el dinero a los apóstoles [10] los cuales lo repartían entre los necesitados[11]. Los falsos apóstoles modernos
toman el dinero, pero no lo distribuyen entre los necesitados, sino que movidos
por la ambición y codicia acumulan bienes y propiedades. He visto, en programas
televisivos y por la internet, a los falsos apóstoles y profetas, torciendo la Palabra
de Dios para instar a los creyentes a codiciar cosas materiales y vanas. Uno de
ellos se enojó con el Señor y manifestó su codicia por los bienes que tienen los impíos. Es importante decir que, según los medios noticiosos, dicho falso apóstol
posee una fortuna que ronda entre 100 y 200 millones de dólares, ¿para qué
quiere más? Así actúan los codiciosos mientras más tiene más quieren.
La codicia te puede llevar a hacer cosas atrevidas. Otro supuesto ministro enseña a los creyentes a pedir dinero a Dios de forma irreverente y caprichosa, diciendo: “quiero dinero ahora”. Sin embargo, Jesucristo, en los días de su carne, se humilló y rogó a Dios Padre y fue escuchado por causa de su temor reverente[12]. Si Jesucristo, en quien Dios Padre tiene complacencia [13], cuando estuvo en el cuerpo mortal, se humilló para hablar con el Padre celestial, ¿Cómo podemos nosotros, simples pecadores, dirigirnos a Dios con altivez, arrogancia y falta de reverencia? Cuando se actúa con altivez, arrogancia y falta de reverencia, ciertamente no se está actuando bajo la influencia del Espíritu Santo, porque el
fruto del Espíritu incluye la paciencia y mansedumbre[14]. Finalmente, Eclesiastés
5:10 dice: “El que ama el dinero, no se saciará de dinero; y el que ama el mucho
tener, no sacará fruto. También esto es vanidad”.
BIBLIOGRAFIAS
[1] Del libro: “Crónica de un Falso Profeta” por Vicente Quiñones Aponte. (Quiñones Aponte, Vicente, Crónica de un Falso Profeta (Toa Baja, Puerto Rico: Publicaciones La Voz del Señor, Lulu Press, 2022))
[2] Deuteronomio 5:21.
[3] Real Academia Española. (2021). Codicia. Diccionario de la lengua española (23.a ed.). Recuperado de https://dle.rae.es/codicia
REFERENCIAS BIBLICAS
[4] Deuteronomio 5:21.
[5] Mateo 6:24.
[6] Lucas 18:22-25.
[7] Filipenses 3:19.
[8] Mateo 25:31-46.
[9] Juan 14:6.
[10] Hechos 4:36-37.
[11] Hechos 4:35.
[12] Hebreos 5:7.
[13] Mateo 3:17.
[14] Gálatas 5:22-23.