Mario E. Fumero
Cuando Jesús comenzó su ministerio, escogió entre la gente humilde, a doce hombres la mayoría pescadores, para formarlos durante los tres años que estaría entre ellos mediante un modelo de discipulado. ¿Por qué escogió solamente doce? El número doce es tipológico, y tiene su origen en la formación del pueblo hebreo, pues de los doce hijos de Jacob, se formaron las doce tribus de Israel, lo que dio origen al pueblo Israelita (Génesis 49:28). A los Israelitas se les llamó en Egipto, hebreos (Génesis 40:15, 43:32), haciendo referencia quizás a Hebrón, o a un lugar de Mesopotamia de donde procedía el patriarca Abrahán, llamado «Eber»[1].
¿Cuál era el propósito de Jesús al escoger estos doce hombres? No era enseñarles la Torá, ni el Talmud, como hacían los religiosos de su época, los fariseos y saduceos; sino que tenía en mente formales el carácter, para expandir no una religión, sino un estilo de vida, un “reino”. Es por eso qué debemos analizar claramente las palabras de Jesús y de las epístolas dentro de su contexto, tomando en cuenta el marco histórico, y el sentido profundo de las mismas, para poder entender la metodología que Jesús usó para formar a sus discípulos.
Las palabras de un idioma no cambian, pero si pueden variar en su significado, según la época y la evolución del sentido de las mismas. Nuestra generación se ha dedicado a minimizar todos aquellos términos que envuelven una definición fuerte, para adaptarlos a conceptos más diplomáticos o menos hirientes. Este método de buscar un lenguaje menos fuerte, se conoce dentro del mundo de las traducciones bíblicas como “lenguaje inclusivo”[2]. Se entiende por lenguaje inclusivo el uso de términos no discriminatorios, sexistas o de genero señalativo. Es tratar de decir algo que no ofenda, por ejemplo, en vez de; “ramera” término bíblico antiguo, o “prostitución”, término moderno señalativo, usaríamos un lenguaje inclusivo, y no ofensivo, que sería; “trabajadora del sexo”, y así evitamos términos, peyorativos o fuertes. Es como cambiar el término “pecado”, que es el concepto bíblico, por uno más diplomático, como “error”.
Esta tendencia de minimizar la fuerza del sentido de una expresión, distorsiona el concepto, y trata de forjar una serie de términos vagos respecto a las enseñanzas de Jesús, que reducen el alcance del sentido fuerte de palabras “clave” en términos teológicos, alejándolas mucho del sentido original de lo que la Biblia trató de decir en su tiempo, cayendo inclusive en contradicciones doctrinales, como por ejemplo, decir; “el gran siervo de Jesucristo”, algo absurdo y contradictorio, porque si es siervo, en el sentido bíblico de la Palabra, no puede ser grande, y de ello hablaremos más a fondo en este libro.
De manera que, para poder ejecutar una buena hermenéutica, es imperativo acudir al sentido original de las palabras “claves”, dentro del contexto bíblico y el marco histórico, utilizando el sentido antiguo de su etimología, no aceptando las mutaciones modernas. La etimología comprende no solamente el análisis de las raíces (radicales) de las palabras, sino también sus elementos constitutivos: sentido, tema, terminación y expresión radical.
La etimología nos ayuda a entender el significado de las palabras en el estudio, en cuanto al sentido del texto. De la Biblia en su versión griega, emana el sentido de las palabras, partiendo de los factores asociados a las mismas, y estas palabras no fueron, en su origen, dispuestas a cada cosa al azar, ni podemos modificarlas con la evolución lingüística del sentido original, sino, es mediante el análisis del término, que descubrimos por qué tal cosa se llama de tal modo, y cuál es el sentido original según la época de su uso.
Es interesante que, dentro del análisis teológico y bíblico, enfaticemos no solo el texto y el contexto, sino también el concepto de las palabras. Es por ello que le ofrecemos estos escritos que denominamos, “DEFINIENDO CONCEPTOS”, porque muchas de las aberraciones doctrinales existentes en nuestro mundo evangélico debido a la ignorancia del idioma, y del sentido correcto de las palabras “clave” en algunos textos. Espero que este estudio nos ayude a disminuir no solo los errores, sino los “horrores” interpretativos que existen en muchas iglesias dominadas por el lenguaje inclusivo.
NOTAS
[1] -Es el nombre dado a los pueblos que vivían en la región del Oriente Medio a partir del segundo milenio a.C., y que daría origen a los pueblos semitas como los árabes y a los israelitas, antepasados históricos y espirituales de los actuales judíos.
[2] – Se denomina LENGUAJE INCLUSIVO el que Intenta ser sensible a usar un lenguaje menos machista y masculinísta neutralizando los usos del masculino singular al sustituirlos por otras expresiones, o por la inclusión también del femenino singular es un gesto democrático y civilizado, fundamental, como dejar de usar expresiones que podrían herir a grupos de personas. En tal caso se implementa un lenguaje genérico.