Mario E. Fumero
El concepto de viciado usado en Efesios 4:22 que dice: «En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos,». Esto hace referencia al daño causado por el pecado original de Adán y Eva, el cual dañó la parte espiritual, llevando a la naturaleza humana a su degradación o pérdida de la santidad, de manera tal, que domina en él la tendencia a hacer lo malo. Es por ello que el término «viciado» según la lengua castellana, «Se aplica a personas, especialmente si han adquirido un hábito erróneo, negativo o perjudicial»[1] .De manera que el vicio es una costumbre adquirida y encarnada en nosotros que nos hace dependientes de hábitos o acciones incorrectas adquiridas a través del tiempo, y que están intrínsecamente ligadas a nuestra naturaleza o voluntad.
LA DOCTRINA DE CALVINO
Juan Calvino determinó en uno de sus cinco principios básicos sobre la doctrina de la predestinación, la naturaleza viciada del ser humano, a la cual llamó «depravación total» y afirmó que: «El pecado dejó al hombre espiritualmente muerto en cuanto a su relación con Dios y moralmente depravado en cuanto a su hablar, su conducta, pensamiento y voluntad, y por lo tal la Biblia lo declara muerto en delitos y pecados»[2] , y afirma Jorge L Trujillo que: «Aunque es verdad que Adán continuó moviéndose y respirando, Dios lo declaró espiritualmente muerto y separado de Él en aquel mismo día. La muerte física sería evidencia del resultado de su pecado y finalmente la muerte segunda se apoderaría del hombre para siempre. Algo ocurrió en el hombre que rompió con aquella relación que existía y unía al hombre a Dios. Desde entonces no hay en el hombre voluntad alguna para buscar a Dios. Este, es, por lo tanto, el principal problema del ser humano. Así tenemos la incapacidad del hombre para poder hacer nada por sí mismo que le recomiende delante de Dios y que le otorgue la salvación. Después de la caída de Adán la humanidad quedó muerta, alejada, ‘sin Dios y sin esperanza’ en el mundo (Efesios 2:12)»[3].
EL DAÑO DEL PECADO
No cabe duda que la naturaleza humana, como consecuencia de la desobediencia y el pecado, quedó dañada, de manera que somos proclives a hacer lo contrario a lo estableciendo por la ley moral y natural. El apóstol Pablo define esta tendencia como «el pecado que mora en mí» (Romanos 7:20) y establece la lucha entre la mente y la naturaleza, afirmando; «Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la carne a la ley del pecado». (Romanos 7:25), lo que da a entender que mientras estemos en este cuerpo mortal, estamos expuestos a los deseos de la carne, contra lo cual tendremos que luchar hasta que seamos liberado de esta naturaleza mortal (Romano 7:24).
Debido al daño producido por la herencia pecaminosa, la Biblia nos manda a «nacer de nuevo» (Juan 3:7), y nos llama, de forma continua, a despojarnos del viejo hombre (Efesios 2:22, Colosenses 3:9), que está viciado (Efesios 4:22) por una herencia que nos hace esclavos del pecado. Esto se origina cuando nos despojamos del viejo hombre y nos revestimos del nuevo (Efesios 4:24), conformada a la imagen del Señor, por lo cual necesitamos iniciar, con la conversión, un proceso de «regeneración», mediante la renovación de nuestro entendimiento (Romanos 12:2, Tito 3:5), lo que envuelve un cambio paulatino en nuestra forma de ser, vivir y pensar.
HACÍA UN CAMBIO PROGRESIVO
Puede haber un cambio radical en nuestro estilo de vida, como enseña Colosenses 3:5-10, pues al convertirnos, dejamos radicalmente los pecados de la carne, aquellos que son producto de alevosía o carnalidad, denominados «pecados de muerte» (1 Juan 5:16), sin embargo, tendremos que luchar contra los que son producto de nuestra naturaleza viciada, como la ira, el enojo, la mentira y otras características que aprendimos de nuestros padres, lo que San Pedro define como “una vana manera de vivir que heredamos” (1 Pedro 1:18), lo cual se irá modificando de forma progresiva, según el Espíritu Santo trabaje en nosotros, redarguyéndonos, guiándonos a toda verdad y justicia, y ayudándonos en nuestras debilidades (Juan 16:13, Romanos 8:26).
No existe una perfección absoluta (Filipenses 3:12), aunque si hay una perfección relativa. O sea, que hoy debemos ser mejores que ayer, pero respecto a la meta, debemos aspirar a tener la naturaleza de Jesús y ser un varón perfecto (Efesios 4:13), que es la meta final (Filipenses 3:13-15). Todavía nos falta mucho y no hemos llegado a ello, pero será realidad, cuando este cuerpo mortal sea revestido de inmortalidad (1 Corintios 15:53-54).
Es ahí en donde tenemos que trabajar por medio del estudio de la Palabra y la oración, para que paulatinamente vayamos corrigiendo nuestros defectos o vicios del pasado. Jesús tuvo que trabajar tres años en un discipulado intensivo, para transformar la naturaleza viciada de sus discípulos, y aun así, siguieron fallando hasta el final, pues Pedro lo negó, Judas lo vendió, Tomas dudó y todos, menos Juan lo abandonaron en la agonía de la cruz, de manera que, no es fácil modificar una conducta viciada, y es por ello que tenemos que trabajar en forjar un carácter cristiano por medio de un discipulado, y para ello necesitamos conocimiento de la Palabra, y lo más importante, la intervención del Espíritu Santo y la disciplina, elementos que junto a la oración y el ayuno nos pueden transformar, para alcanzar la madurez espiritual.
NOTAS
1]– Collins Spanish Dictionary – Complete and Unabridged 8th Edition 2005 © William Collins Sons & Co. Ltd. 1971, 1988 © HarperCollins Publishers 1992, 1993, 1996, 1997, 2000, 2003, 2005.
[2] -CALVINO, Juan. Institución de la religión cristiana. FELIRE. Rijswijk, 1967. Pág. 3.
[3] –La Teología Reformada – Las Doctrinas de la Gracia, Jorge L. Trujillo.