Mario E. Fumero
Conforme existes MINISTERIOS en la iglesia, también hay dos tipos de miembros. Pudiéramos clasificarlos como: Ovejas o cabritos, sanos o enfermos, miembros en comunión o aspirantes, fieles o flojos, sujetos o insujetos, acoyuntados o descoyuntados, comprometidos o pasivos etc. Pero me gusta más clasificarlos bajo un concepto bíblico no muy usado, que es el de; «Miembros con mayúscula», que no funcionan y «miembros con minúscula», que sí funcionan, o el de acoyuntado (sujeto) o descoyuntado (suelto).
En nuestro contexto evangélico se usa mucho el término «miembro» sin entenderlo, y aunque es bíblico, muchos ignoran el sentido conceptual del mismo. Tomaré esta palabra según el sentido popular y después la analizaremos de acuerdo a la Palabra de Dios, para establecer nuestras pautas sobre esta clasificación.
LOS MIEMBROS CON MAYÚSCULA
El término Miembro (con mayúscula) le da a la palabra un concepto de socio. Se usa mayúscula para definir un título (Excepto al empezar una oración, según ley gramatical) o posición social. Se es Miembro, con mayúscula, cuando nos afiliamos a un club, organización social, filantrópica o religiosa. Es por ello que llevamos un carnet, estamos registrados en un libro de «membresía», y gozamos de ciertos privilegios y obligaciones.
Aplicado este principio a la iglesia, podemos ver que tenemos una generación de Miembros, que, aunque son un “cuerpo”, no están unidos al mismo de forma profunda. Estos tipos de cristianos se caracterizan por ser flojos, no funcionando como cuerpo. Son socios, y no parte de la empresa. Ellos creen que con dar sus diezmos y asistir a los cultos dominicales, ya cumplieron con su deber de Membresía. La palabra «Membresía» es un derivado de Miembro con mayúscula, porque en sí, no es correcta con el otro sentido de la Palabra, lo cual veremos después. Este tipo de Miembros se caracterizan por su rebeldía y capricho, son adornos, y no aceptan más autoridad que la de sí mismos. Hacen lo que quieren, y siempre hay que pasarles la mano para tenerlos contentos, porque son como niños. Estos Miembros son estorbos al verdadero crecimiento de la obra de Dios, pues no viven la doctrina, ni la realidad de la iglesia. Son solamente “Miembros con Membresía”, registrados en un libro de socios, pero a la larga hacen «lo que les da la gana», no se comprometen, son tan sólo calienta bancas.
Es triste ver que esta idea ha hecho a muchas iglesias, no lo que Dios quería que fuesen “un cuerpo”, sino un centro de reunión, exposición, entretenimiento, para pasar el rato, etc., algo parecido a un club que tiene de todo, menos la vida del Espíritu. Cuando hay que tomar decisiones en asamblea, allí están, para decidir lo que ellos no están dispuestos a aceptar, y a veces, tuercen el quehacer de la iglesia, porque son carnales, y no andan conforme al Espíritu.
LOS MIEMBROS CON MINÚSCULA
Pasemos ahora a analizar miembro con minúscula, el cual se deriva del concepto fisiológico, la cual es una parte que funciona ligada a otra. Así se arma la unidad de la iglesia, un conjunto de miembros integrantes de una unidad particular, que forman un cuerpo, cuya cabeza es Cristo (Colosenses 1:18). La palabra «miembro» tiene su sentido al referirse a su función, comparándola con un cuerpo físico, para que entendiéramos la estructura de relación. Esta palabra establece el concepto orgánico de una naturaleza fisiológica, a la cual nos unimos para ser parte «de un cuerpo que funciona». Es una tremenda realidad en la vida del cristiano, que convierte la relación entre hermanos en una expresión de vida, creándose una ubicación en el quehacer del cuerpo, junto a los ministerios (Efesios 4:16).
Dijimos que la expresión «Membresía» era un error. Esta palabra muy común, pero mal aplicada, no se deriva en su sentido léxico de miembro como parte de un cuerpo. Viene de Membrete, o sea, registro o anotación en algo. [1]Un Membrete es algo que se imprime en un papel, que encabeza un escrito o una tarjeta, que forman una agrupación con tal o cual nombre.
Si queremos explicar lo que es ser un cristiano, no debemos decir que tiene Membresía, porque no se ajusta al sentido bíblico, ya que ser miembro no es una actitud de estar, sino una forma de ser y vivir. Debemos identificar a una persona por su función y no por su identificación. Lo correcto será decir que es un «discípulo» o «cristiano» que funciona como miembro (parte) de un cuerpo, ubicado dentro de un orden de sujeción, formándose así la Iglesia.
EL PRINCIPIO DE FUNCIÓN EN EL CUERPO
Al explicar la función de un cristiano en la iglesia, tenemos que aplicar el concepto de qué; «debe ser un miembro», para entender cómo debe de ser y vivir. Es una parte unida y sujeta a otra para realizar una función específica. Por ley natural, se nutren y se ayudan mutuamente, estando en un estado de sujeción, recibiendo cada uno su función en una actividad propia, pero a la vez de equipo, y sin romper la unidad, alcanza el creciendo, edificándose en amor (Efesios 4:16).
En esta estructura no existen caprichos personales, se vive en relación y comunión colectiva. Nadie busca lo suyo propio, sino el agradar y vivir para los demás, lo cual da sentido a que la iglesia sea una comunidad natural regida por los principios bióticos de la naturaleza. (Efesios 4:16. Filipenses 2:4-21).
Notemos que una unidad de cuerpo no es una unidad de posición, sino de función. Se necesita estar juntos y unánimes, sintiendo todas, una misma cosa con los ministerios. Existe, más que una relación, una comunión. ¿Qué es comunión? Analicemos: A veces, ciertas palabras encierran tremendos conceptos. La relación es la unidad de dos cosas que se ponen juntas sin mezclarse o integrarse. Ejemplo: La relación que hay entre dos novios o entre dos que trabajan juntos, pero viven separados. Relación es un trato circunstancial, sin compromiso eterno y sin identificación plena. Es una forma de estar y no de ser. Sin embargo, en la comunión encontramos algo verdaderamente fundamental, va más allá de una relación. Estar en comunión es estar en «unidad, relación, intimidad, identificación, sentir, conocimiento, amor, dependencia, parentesco, vida, fundirse el uno con el otro” (Hechos 2:44-46. 1ª Juan 1:6-7).
La unidad de miembros produce una dependencia mutua, eso es «comunión», que es la conjugación de dos palabras; comunión. ¡Qué lindo es vivir en comunión!, todos sintiendo y buscando lo mismo.
Es por la falta de comunión que tenemos tantos cristianos sueltos, sin ubicación, doctrina y crecimiento. Por eso muchas veces no podemos revelarle al mundo la realidad viviente del amor. Estamos tan divididos y separados, a pesar de que somos de una misma congregación, que parece mentira que seamos un cuerpo.
Cuando el crecimiento cuantitativo rompe el principio natural de relación “fisiológica”, el esfuerzo por hacer crecer saludablemente la iglesia se vuelve inútil, pues al ser «miembros desparramados», desubicados y descuartizados, encontramos que la sangre de Cristo no circula para nutrir y limpiar su iglesia de las inmundicias del mundo, perdiéndose su poder en una hemorragia de afanes vanos para alcanzar metas subliminales, que no siguen los parámetros bíblicos del crecimiento.
EL ORDEN EN EL CRECIMIENTO BIOLÓGICO
La alteración del orden natural produce problemas y fracasos, y debemos dejar claro que; “el crecimiento numérico del culto no es la verdadera «meta», a la cual haya que subordinar todo lo demás, como si fuesen sólo medios para alcanzar un fin. A la verdad, es la «consecuencia» natural del trabajo en el aspecto cualitativo.” Y esto solo se logra si establecemos un crecimiento que establezca el principio de relación similar al cuerpo humano.
Christian A. Schwartz[2] establece en su estudio la realidad del crecimiento de la iglesia con un maravilloso principio. Su investigación a más de 1,000 iglesias en 32 países le llevó a determinar que ningún otro sistema burocrático o tecnocrático podrá forjar una iglesia tan saludable como el seguir los parámetros biológicos revelados en los principios de la siembra y la cosecha, en el cuerpo fisiológico o en los procesos que siguen el “potencial biótico”. Él ilustra el proceder biótico respecto a la formación de iglesias, con la ciencia agronómica, y dice:
“Liebig descubrió que para el desarrollo de una planta son necesarios cuatro minerales: nitrógeno, potasio, cal y ácido fosfórico. Mientras estos cuatro minerales se encuentren en la tierra en cantidad suficiente, el desarrollo se realiza de modo automático” y lo mismo ocurre a la hora de llevar la iglesia a un crecimiento, habiendo principios que no podemos olvidar, pues el ignorarlos nos conduce a un desequilibrio, que producirá una iglesia anormal, débil y posible víctima del emocionalismo o doctrinas falsas…”
Jesús enseñó la importancia de sembrar y cosechar (Mateo 6:28). Sus comparaciones para representar el reino de Dios en la tierra se basaron en términos que encierran un secreto natural de crecimiento. Nos llama a “examinar” la realidad de los lirios, los pámpanos, el trigo, la siembra, la semilla etc., para descubrir allí los principios naturales que rigen la formación de la vida en sus relaciones, para forjar las bases de su comunidad, que forma la iglesia y la cual se fundamenta en el principio de la unidad, porque todo reino dividido termina destruido (Lucas 11:17), y toda planta sin tierra se muere, y toda vida sin relación se extingue, y todo pez fuera de su medio perece, y una iglesia sin esta verdad dejará de ser iglesia.
La expresión «acoyuntar» expresa lo mismo, la relación que tiene una parte del cuerpo ligada a otra para formar una dependencia, como dice San Pablo:
«De quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor» (Efesios 4:16 RV).
«Descoyuntar» es la acción de separar a un hermano insujeto de su relación con el cuerpo, ya que no quiere vivir dentro de la unidad de la iglesia, o en realidad su vida carece de este principio de relación en comunión para ser de verdad “Iglesia”.
Quiera Dios que entendamos y vivamos la realidad de verdaderos ministros y miembros del cuerpo, de acuerdo a la voluntad del Señor. Pero esta sujeción o acoyuntamiento a otro hermano debe de ejecutarse dentro de las normas bíblicas para que no ocurra el fenómeno de “la tiranía de los santos” lo cual sería desastroso para las vidas y la salud de la Iglesia. Pero del tema de la autoridad, sus normas, parámetros y peligros hablaremos en otro capítulo. Por lo pronto forjemos una relación en sujeción que permita la efectividad de la ayuda mutua (Hebreos 13:16).
CONCLUSIÓN
Hemos visto que ser miembro de la iglesia es formar parte de un cuerpo en el sentido biológico. Esto se refiere a funcionar ubicados y sujetos unos con otros. Referimos el hecho de que el quehacer de la iglesia se basa en la observación del proceso biótico. Dios revela las estructuras funcionales de los creyentes a través de la misma naturaleza. Es importante alcanzar la comunión, y no solo conformarnos con estar juntos, sino llegar a estar unánimes. ¿Cómo llegamos a estar unánimes si somos diferentes? Iremos desarrollando esta respuesta en los próximos capítulos.
[1] – Según el diccionario se entiende por membresía; a) condición de miembro de una organización. b) conjunto de los miembros de una organización
[2]– “Las 8 características Básicas de Una Iglesia Saludable”. Christian A. Schwarz, Editorial Clie, 1996.