HECTOR HERNAN CASTRO
«¡Haznos volver a ti, Señor, ¡y volveremos! ¡Haz que nuestra vida sea otra vez lo que antes fue!» (Lamentaciones 5:21; DHH.) Esta oración del profeta Jeremías debe ser la nuestra también. Israel había tocado fondo en su rebeldía, Dios lo había disciplinado severamente (Lamentaciones 4:9,10) y en el corazón del profeta ardía un vivo deseo de restauración.
Hoy, Usted y yo, igualmente debemos manifestar una genuina expresión de insatisfacción personal y un vivo anhelo de renovación en nuestra relación con Dios que nos devuelva al primer amor. ¡Nunca será suficiente nuestro grado de consagración al Señor!
Debemos tener un profundo deseo de que las cosas sean mejores. Ese era el espíritu en aquellos que impulsaron el movimiento conocido como
LA REFORMA.
Ya que estamos en el mes de octubre, mes en que se conmemora el inicio de aquel movimiento renovador, vale la pena reflexionar sobre el tema.
(Fue el 31 de octubre de 1517 que Martín Lutero clavó sus 95 tésis en la puerta de la iglesia del Palacio en Wittenberg, en Alemania.)
¿QUÉ FUE LA REFORMA?
Fue un movimiento religioso en sus orígenes, pero fue mucho más allá de este ámbito, puesto que contribuyó notablemente al desarrollo social, político, cultural y educativo de la Europa medieval. La Reforma cambió el curso de nuestra civilización… ¡Europa y todo el hemisferio occidental no fueron los mismos desde entonces!
¿QUÉ NO FUE LA REFORMA?
En un frío análisis a ese hecho histórico relevante, pienso que no siempre comprendemos bien ese movimiento de Reforma. Algunos lo _satanizan_, calificándolo como una intervención diabólica que vino a dividir la iglesia. Otros lo _idealizan_, viéndolo como un movimiento perfecto que paso a paso fue avanzando hasta lograr su fin soñado. ¿Cuál de estas dos posiciones tiene la razón? ¡Ninguna!, en mi humilde opinión.
Por un lado, no fue satánica, porque Martín Lutero nunca fue un satanista. Él era un sacerdote y teólogo, con una gran formación, pero profundamente insatisfecho con su propia experiencia espiritual y con el sistema prevaleciente en la iglesia de su tiempo. Nunca fue su plan renunciar al sacerdocio católico. Su idea llama y simple fue llamar la atención a prácticas que a la luz de la Biblia no eran correctas.
Por otro lado, tampoco fue un movimiento perfecto que logró culminar con éxito lo que se propuso. En honor a la verdad y reiterando este punto, nunca fue la intención de Lutero crear un sisma en la iglesia. Él era un hombre sincero que observó que habían cosas que no se estaban enseñando y practicando según la Biblia y expresó su insatisfacción por ello.
Jámas él imaginó que la Reforma que él impulsaba alcanzaría los niveles, proporciones y alcances que logró. ¡Nunca fue ese su plan original… nunca imaginó las dimensiones que su esfuerzo alcanzaría!
PARA PENSAR.
En los días que vienen reflexionaremos sobre este acontecimiento histórico importante.
Mientras tanto, vale reflexionar: ¿Qué cosas hay en nuestra vida personal y familiar que urgen de una renovación o reforma? ¿Qué está marcando nuestro interior medidor espiritual? ¿Su aguja está marcando bajo, medio o alto? ¿Estamos satisfechos o insatisfechos con nuestra condición actual? ¿Hay cosas en nuestra iglesia local o universal que exigen una profunda transformación? ¿Nuestra comunidad y nación están bien así o urgen de cambios profundos? ¿Lo que necesitamos es una refundación político-social o es algo de mayor trascendencia?
Que nuestra sincera oración sea: «Restáuranos, oh Dios, y haz resplandecer tu rostro sobre nosotros, y seremos salvos.»
(Salmo 80:3, NBLA.)