Pastor Omar Ruiz
La adoración verdadera no es el sonido alborotado que se repite por labios clamorosos, sino es el silencio profundo de un alma que se abraza a los pies del señor. cuantas veces nos esforzamos tanto porque nuestras oraciones sean expresadas con elocuencia, buscamos las mejores palabras la mejor retórica, liturgia creyendo que esto podría llegar a impresionar a nuestro Dios
Como aquel fariseo Simón que rogó que Jesús entrara en su casa para comer juntos,
Tal vez pensando que podría llegar a tener una charla llena de elocuencia o incluso sus pensamientos vanos pudieron llegar hacerle creer que podría intercambiar opiniones con aquel que todo lo conoce y ante quien todas las cosas están desnudas, tal vez simplemente su intención era impresionar o captar la atención del maestro con su melindrosa forma de ser,
Me apasiona el giro tan tremendo que dio todo ya que quien atrajo la atención del maestro fue la mujer que con lágrimas expresaba lo que con palabras en ese momento no podía, y es que, nuestras lagrimas son como un libro abierto ante aquel que todo lo conoce así.
Como el salmista lo declaro: Aun no está la palabra en mi boca y tú la conoces toda
O como el mismo Dios se lo declaro al profeta Samuel: yo no miro lo que mira el hombre por que el hombre mira lo que esta delante de sus ojos, más Jehová mira el corazón.
Claro con esto no incitamos a decir que no haya palabra alguna en nuestras oraciones
Claro que debe haberlas pero que sean palabras que salgan del corazón, y no repeticiones o palabras pulidas y ensayadas que lo que estemos orando este saliendo en ese momento de nuestro corazón, como dijo Tertuliano: Oramos sin pedir, porque oramos con el corazón.
Dejemos que la sinceridad y lo contrito y humillado de nuestros corazones sean el perfume que sea derramado en los pies de nuestro Señor, y las lágrimas sean aquellas palabras lleguen ante el trono de la gracia, entonces hemos logrado alcanzar la misericordia que necesitamos.
Dios me los bendiga