Un análisis de las corrientes actuales de la prosperidad con su positivismo, que nos lleva a una perspectiva errada de la verdad bíblica
Por Mario E. Fumero
Serie: Apologética.
Autorizada su reproducción siempre y cuando sea para fines formativos, y no lucrativos.
Primera Edición. Octubre 2000. PRODUCCIONES PENIEL S DE R.L.
Apartado 15134, Suc. Kennedy, Tegucigalpa, Honduras C.A.
Diseño de portada: Yuri Banegas. Diagramado: Mario E. Fumero
PRÓLOGO
Cada día se hacen más conflictivas las nuevas corrientes que azotan a la Iglesia en este nuevo milenio. Mientras que en los países ricos los predicadores de la prosperidad hacen su agosto ofreciendo vendas mágicas y palabras vanas a miles de incautos creyentes[1], aquellos que menos tienen, en otros lugares pobres y marginados, se sienten abandonados por Dios, en maldición, y esto hace que muchos sinceros y consagrados cristianos se indignen ante una corriente que condena radicalmente cualquier pobreza u oposición a la prosperidad, sin hacer nada por ayudar a nuestros hermanos necesitados a fin de que puedan salir de su miseria.
He sido testigo de cómo iglesias y ministros se han destruido cuando animados por un afán de lucro, dieron cabida a una corriente que ponía el “tener” por delante del “ser”. Es cierto que las corrientes positivistas de la prosperidad se hacen atractivas para los que bus-can superarse a cualquier precio. Es cierto que en nuestro mundo el hombre materializado dentro de una sociedad consumista le ha dado más importancia a las cosas materiales que a los valores morales y a la entrega a los demás, pero nosotros no podemos quedarnos callados frente a una realidad que nos aparta del evangelio de Jesús y nos conduce a caminos falsos de felicidad.
No es buena la confrontación, pero sería un delito el silencio cuando muchos reclaman una respuesta a tanta falsedad y mentira. Aun-que he comentado este tema en algunos libros, ciertas cartas y planteamientos hechos por siervos de Dios de diferentes países me han llevado a presentar una respuesta profunda a un problema confuso. Sé que para aquellos que han hecho de este estilo de prédica su modus vivendi no les gustará este estudio, ni tampoco cambiarán, porque si lo hacen, perderán su bienestar, y para ellos es más importante el tener, que la verdad bíblica.
Quiero pedirle que lea, juzgue y después decida qué camino tomar, porque cada cual tendrá que dar cuentas a Dios de sus acciones.
Mario E. Fumero
NOSOTROS Y LA PROSPERIDAD
Dios nos ha permitido poder compartir nuestro ministerio de literatura con los líderes y pastores cubanos. Ellos están tan agradecidos de recibir este material, que de forma continua expresan gratitud. Muchos libros han sido de bendición en un país donde pese a las limitaciones y dificultades, causadas en parte por el bloqueo y la crisis económica mundial, circulan de uno a otro lado todo tipo de escritos con gran interés.
A diario recibo cartas pidiendo material o comentando temáticas. Entre ellas figura la de un pastor que al escribirme comentó su punto de vista con relación a algunos temas, y me pedía una opinión. Él quería que su carta se publicara y aquí transcribo parte del contenido: “Estimado hermano, tus libros me han edificado mucho, y me han ayudado en mi ministerio, pero surgen muchas dudas sobre algunos temas que están de moda. Yo quisiera tener criterio autorizado de lo siguiente:
1- La Sanidad Divina. Algunos afirman que es pecado estar enfermo y que Dios tiene siempre que sanar.
2- Sobre la prosperidad, ¿Es pecado ser pobre? ¿Es solo prosperidad tener un auto, un avión, un yate, etc? Personalmente creo que se han levantado muchos predicadores de esta verdad pero siempre ocurre que muchos sólo buscan sacarle partido al asunto. Le puedo afirmar que muchos de los principales promotores de este mensaje me han escrito, y no lo han hecho generosamente, pues después de un sermón con promesas de que Dios me prosperará, pasan sin escrúpulos a decirme que siembre en su ministerio y recibiré el 100 por 1.¿No saben estos hermanos de la situación de Cuba, Haití y otros países del área? Lo triste es que muchos se llaman a sí mismo “la buena tierra” y piden que siembren en ellos porque “solo así se recoge”. Pero ellos no son sembradores.Es lamentable que mientras ministerios falsos están haciendo esfuerzos por penetrar con su maléfica doctrina en nuestros países, no escatimando recursos; los que se consideran de verdad siervos no envían casi nunca nada de ayuda, tan solo promesas de prosperidad, pues dicen que si tú les das a ellos, prosperarás y olvidan el texto de Hechos 20:35. Con cariños y aprecio. José G de la Rosa Solórzano Iglesia Asambleas de Dios. Majibacoa, 77400 Las Tunas, Cuba.”
Nuestro mundo está lleno de oportunistas, malos obreros y falsos maestros que “por avaricia harán mercadería de vosotros” (2 Pd. 2:3) y tomarán el mensaje para obtener de la gente ganancias de forma deshonesta. Esto no es algo nuevo, siempre han existido estos tipos de pastores y maestros, y es debido a ello que tenemos advertencias y enseñanzas claras en la Palabra (1 Pd. 5:2, 1 Tim. 6:6-10). ¿De dónde viene la teología de la prosperidad? De los países ricos, donde la ambición lleva a los que tienen mucho a desear tener más. ¿Qué ocurre en los países pobres? Que los desniveles sociales se hacen cada vez más grandes. Las riquezas de unos producen la pobreza de otros. ¿Cómo se puede ser rico rápidamente? La riqueza justa y sana no es una meta que se obtiene a corto plazo. Todo enriquecimiento rápido lleva consigo engaño, corrupción, explotación, fraude y manipulación. La riqueza bien obtenida es el producto del esfuerzo y el trabajo y para esto se requiere tiempo. Es cierto que muchos predicadores, de la noche a la mañana, tienen autos de lujos, aviones y mansiones, pero pregunto ¿Esa riqueza es justa o injusta?
Es cierto que debemos hacernos amigos de las riquezas injustas, como dice la Biblia (Lc. 16:9) pero esto se refiere a la acción de aceptar la ayuda de personas inconversas para engrandecer el reino de Dios y no para mi propio beneficio. Un ejemplo de ello lo tenemos en la historia de Nehemías, el cual obtuvo la gracia del rey Artajerjes que le concedió los recursos para reedificar los muros de Jerusalén, que estaban destruidos, y hasta le ofreció tropas para que le llevaran los materiales (Neh. cap. 1-3).Otro ejemplo es el pueblo de Israel que al salir de Egipto “despojaron a los egipcios” (Ex. 12: 36 b).El análisis de esta teología mal intencionada y manipulativa debe confrontarse con las enseñanzas bíblicas, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento. Los conceptos esgrimidos respecto a la prosperidad y salud son completamente errados, y hasta cierto punto heréticos si lo sopesamos a la luz de las enseñanzas bíblicas. Deseo comenzar este enfoque profundizando en algunos conceptos básicos de lo que significa el tener riqueza, y los peligros que ocasiona la prosperidad.
LOS PECADOS DE LA PROSPERIDAD: Codicia y ambición
La Biblia está llena de advertencias relacionadas con la codicia y la ambición, y Jesús enseñó claramente sobre la misma cuando dijo en Lucas 12:15:“Mirad, guardaos de toda codicia, porque la vida de uno no consiste en la abundancia de los bienes que posee”. Es interesante ver que Jesús colocó los bienes en un plano inferior, mientras que los predicadores de la prosperidad lo ponen en un plano superior. La codicia está ligada al hecho de bus-car y desear tener bienes materiales. Es querer tener más de lo que debo o necesito. De ello escribe el profeta Habacuc en el 2:9 “¡Ay del que codicia injusta ganancia para su casa, poniendo en alto su nido para escaparse de mano de la calamidad!”. Tal parece que la codicia produce calamidad, y una de esas calamidades es el afán y la ansiedad, pues el codicioso nunca se sacia de desear tener y acumular más y más sin pensar en los demás, porque es un gran egoísta. Un ejemplo bíblico de codicia es la acción de Judas Iscariote. Según los Evangelios de Mateo y Marcos, fue la codicia lo que le llevó a traicionar a Jesús, a cambio de 30 monedas de plata y entregarlo al sumo sacerdote.
Pero al hablar de codicia ¿entendemos el sentido etimológico de la palabra, y su implicación en las enseñanzas dadas por los maestros de la prosperidad, que hoy proliferan? Esta palabra viene del latín “cupiditia” que significa “un apetito desordenado de riqueza. Deseo vehemente de alguna cosa” y como con-secuencia, se genera la acción de codiciar, que es desear tener lo que otro tiene. La naturaleza humana es propicia a esta acción, por su egoísmo enquistado como fruto del pecado original. Fue por esta razón que el Señor dispuso en uno de los diez mandamiento uno muy relacionado con esta acción y dijo en Éxodo 20:17 «No codiciarás la casa de tu prójimo; no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su sierva, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna que sea de tu prójimo«. Sobre esta acción de codiciar, todos los predicadores de la prosperidad cometen el error de usar términos que revelan una codicia hecha mensaje, como por ejemplo las palabras de Frederick C. Price cuando dijo: “Si la mafia se mueve en un “Lincoln Continental[2]” ¿por qué no el muchacho preferido del Rey (refiriéndose a sí mismo)[3]”. No podemos negar que las enseñanzas de muchos maestros de la prosperidad motivan a desear los lujos que otros tienen, alentando la ambición a tener, lo que a su vez desencadena la codicia.
Lo terrible de los predicadores de la prosperidad es que tuercen las Escrituras para afirmar aberraciones tales como que Jesús era millonario, tenía varias casas y vestía ropas lujosas[4]. ¿Es que no saben leer las Escrituras? Jesús nunca codició riquezas ni poder, aunque el diablo se las ofreció (Mt. 4:9). Él Señor vivió terrenalmente de prestado. Nació en un pesebre prestado (Lc. 2:7). Entró a Jerusalén en pollino prestado ( Mr. 11:2-4). Cenó en una casa prestada (Mt. 26:18) y fue enterrado en una tumba prestada (Mt. 27:57-60). Aun en su vida terrenal no tenía dinero ni para pagar los impuestos, que injustamente le quisieron co-brar en Capernaum, por lo que mandó a Pedro a pescar un pez, y sacar de su boca el dinero (Mt. 17:24-27). ¿Y todavía tienen el valor de decir que Jesús y sus discípulos eran ricos? Pero debemos ahora plantearnos ¿qué es ambición? El diccionario la define como “la pasión por conseguir poder, fama y dignidad[5]”. Viene del latín “itione”, y su acción involucra un espíritu de soberbia y altivez, engordado por la codicia.
Unos de los parámetros que desencadenan las teorías de economía en la sociedad de consumo moderna es la promoción de la ambición para crear un espíritu materialista de tener, que es el que consume a los países pobres, endeudándolos, porque tratan de tener más de lo que producen o necesitan, yendo más allá de lo que podemos. Las teorías económicas establecen las bases del poder material como punto de partida para ejercer el poder político. Una de las premisas de la economía moderna parte de que “los mercantilistas consideraban que la riqueza de una nación dependía de la cantidad de oro y plata que tuviese[6]“. Estos conceptos se han impuesto en todos los ámbitos de la sociedad, creándose una economía basada en la competencia brutal, guerras, intereses, injusticias y desequilibrios, a lo cual se unen todos los que alientan la ambición. La ambición está estrechamente ligada a la codicia, y ésta a su vez genera políticas de desigualdad y de competencia inhumana, llevándonos a lo que podríamos llamar un materialismo brutal, definido como “liberalismo económico”.
Cuando pensamos en “tener” y prosperar, nos enfrentamos a teorías económicas diversas, que llegan a justificar actos crueles, con tal de satisfacer los deseos ambiciosos de los hombres y las naciones. Una de estas teorías afirmaba que: “El poder de la población es tan superior al poder de la tierra para permitir la subsistencia del hombre, que la muerte prematura tiene que, frenar hasta cierto punto, el crecimiento del ser humano”. Este procedimiento para frenar el crecimiento poblacional se obtenía por medio de guerras, epidemias, pestes, plagas y los vicios humanos que producen las hambrunas, lo cual se presta para controlar el volumen de la población mundial y limitar la oferta de alimentos[7]. Si deseo tener buenos precios de un producto, destruyo o echo al agua parte de la cosecha y así aumento los precios y obtengo más ganancias. Por ejemplo, en Francia y España, los ganaderos, para aumentar el precio de la leche, destruyen parte de la producción, para crear una escasez que aumente los costos, mientras que los del tercer mundo se mueren de hambre por no poder pagar estos precios. A través de estas teorías se realizan actos ocultos y brutales de exterminio y genocidio, siendo la fuente de ello la ambición y el deseo de poder de los hombres. El “tener” más allá de lo necesario es un acto de ambición. La Palabra enseña que “teniendo sustento y abrigo estemos contentos” (1 Tim. 6:8) y que “La ambición del hombre es su desgracia, y es mejor ser indigente que engañador” Proverbios 19:22. La teología de la prosperidad despierta el deseo de tener como una meta, y establece que la prosperidad es señal de perfección[8]. No se puede aceptar la posesión de bienes como un parámetro para medir la vida espiritual, la perfección, o la fe de una persona, al menos eso fue lo que enseñó el mismo Jesús cuando dijo en Mateo 19:21: “Si quieres ser perfecto, anda, vende tus bienes y dalo a los pobres; y tendrás tesoro en el cielo. Y ven; sígueme.” De manera que la perfección según Jesús, es vivir sin desear tener más de lo necesario, es el no estar apegado a los bienes materiales como punto de partida para ser feliz. En sí, ser perfecto, es saber darnos y desprendernos de lo que tenemos y somos, porque; “nadie tiene mayor amor que éste, que uno ponga su vida por sus amigos” (Jn. 15:13).
¿Cómo enfocan los evangelios la temática de la pobreza y la riqueza? ¿Hasta dónde podemos prosperar sin caer en el pecado de la ambición y la codicia? La mejor forma de exponer la posición Cristocéntrica respecto al tema la da el Dr. César Vidal Manzanares cuando escribe: “La enseñanza de Jesús acerca de los ricos, ni fue excesivamente radical ni cayó en un pauperismo que colocara en una condición privilegiada <<per se>> a los pobres materiales. Jesús señaló que es imposible servir a Dios y a las riquezas (Mt. 6:24), que éstas pueden ser engañosas y ahogar el mensaje del Reino (Mt. 13:22) y que es difícil que los que poseen riquezas entren en el reino (Lc.18:24). Pero, a la vez, indicó que el Reino les estaba abierto (Lc. 19:2) y mantuvo amistad con algunos de ellos… Jesús rehuyó tanto una visión justificativa de la riqueza como el pauperismo que ha caracterizado históricamente a algunos movimientos cristianos[9]”.
También el Señor Jesús enseñó que el deseo de tener riquezas nos lleva al afán y la ansiedad, y que no debemos preocuparnos por las cosas materiales, como los gentiles, sino vivir confiando en que Dios suple a su debido momento lo que necesitamos, de forma adecuada y equilibrada (Mt. 6:25-34). Recordemos que en el desierto Dios al alimentar a su pueblo le daba cada día el maná, y no se podía guardar, porque se agusanaba, y esto era para evitar el acaparamiento y la codicia (Éx. 16:17-20). Dios desea que nos superemos, pero que en ese proceso no seamos víctimas de la ambición. Dios quiere que vivamos en prosperidad, como fruto de la fidelidad, pero que no codiciemos más de lo que necesitamos. Dios quiere que nuestra prosperidad redunde en bendición para los necesitados (2 Co. 8:13-15) y no en un derroche de lujos y placeres, como ocurre actualmente, y en este aspecto, hay mucho que decir, porque desgraciadamente los que predican la prosperidad sólo piensan en sí mismos, y su lujoso estilo de vida, ignorando la realidad de un mundo dominado por los pobres y hambrientos. ¿En qué cabeza cabe escribirle a los líderes de Cuba para pedirles ofrendas a cambio de prosperidad? Pues eso es lo que hacen muchos tele-evangelistas en Estados Unidos. Lo peor de todo, es que estos maestros de la prosperidad no enseñan a sus miembros a ser fieles a sus iglesias locales, sino que incluso a veces piden diezmos y ofrendas para ellos, afirmando que si así hacen, el Señor les aplicará el “milagro de la septuplicación”[10], o sea, que por cada dólar que des, Dios te devuelve 100. Esto forja una acción de dar por interés y no por amor y gratitud[11].
LA PROSPERIDAD FRENTE A LA MISERIA
Nuestro mundo está completamente desequilibrado. Los ricos son cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres. Las estadísticas de las Naciones Unidas revelan que del año 1979 al 1991 los pobres han aumentado en América Latina de 130 a 204 millones[12]. La UNICEF afirma que actualmente hay:
- 1,500 millones de personas malnutridas.
- 1,200 millones que no disponen de agua.
- 250 millones de niños que no están esclarizados[13].
Estas estadísticas han ido en aumento entre un 9 a un 13 % cada año. Frente a esta cruda realidad ¿Cómo podemos hablar de prosperidad, ignorando la solidaridad? Las enseñanzas de los falsos maestros de la prosperidad condicionan la bendición espiritual a la acción de dar, pero ¿A quién? A ellos: Robert Tilton, Frederick Price, John Avanzini, Benny Hinn, Kenneth Coperlan Kenneth E. Hagin, y sus replicas en versión latinoamericana, enseñan que cuando se les envía dinero “a ellos”, para financiar sus “ministerios”, Dios nos bendecirá grandemente. No enseñan como lo hace la Palabra, que ordena “dar a los pobres, a los hambrientos, a los huérfanos, y a las viudas” (Stg. 1:26-27, Ro. 15:26, Gá 2:10, 1Ti. 5:16, 1 Jn. 3:17); y es más, diezman a los creyentes para que en vez de apoyar sus ministerios locales, les apoyen a ellos. Lo terrible es analizar sus estilos de vida, que es todo un derroche de opulencia, lujo y vanidad.
La gran mayoría de los predicadores de la prosperidad viven a un nivel semejante al de los hijos de las tinieblas. Tienen varias casas, que son mansiones, poseen autos lujosos, visten ropa como los artistas de cine, con modistos especiales, y viven llenos de pompas y elogio, hasta van con guardaespaldas. Tienen millonarias cuentas bancarias, invierten en negocios, y algunos de ellos ganan más que los presidentes de las naciones, y contratan especialistas en imagen para que les promuevan sus “ofertas milagrosas”. Un ejemplo de ello es el predicador de la prosperidad Robeth Tilton, que recauda anualmente de 65 a 80 millones de dólares. Posee varias mansiones y una revista de lujo que promueve su persona. Sus métodos de engaño a los televidentes produjo una investigación del FBI en 1991 debido a los fraudes hechos por correo a miles de ingenuos creyentes que le enviaban dinero a cambio de un milagro que nunca ocurrió[14].
¿Es posible vivir derrochando lujos cuando sé que miles de mis hermanos se mueren de hambre? ¿Cómo puedo pedir a hermanos de países pobres que me envíen dinero para bendecirles, cuando están necesitados de apoyo para que puedan salir adelante? Muchos ignoran aquella reprensión Divina de Jeremías 5:28 cuando declara Jehová “Se han puesto gordos y lustrosos. Incluso, sobrepasan las obras del malo. En el juicio no defienden la causa del huérfano de modo que se le haga prosperar, y no juzgan la causa de los necesitados”. Continuamente vemos escándalos por doquier, causados por estos “malos obre-ros” que viven más para el vientre que para Dios. Son manchas en nuestros ágapes (Judas 12) que viven tan solo para sí mismos, alejándose de Dios.
Piensa por un momento ¿cómo Dios ve el hecho de que una pobre viuda le dé lo único que tiene a un famoso predicador de la prosperidad que le promete bendiciones, para después instalarse en un hotel de 5 estrellas, comiendo apetitosamente, rodeado de secretarias y guardaespaldas, mientras ella apenas tiene un pedazo de pan para comer? ¿Tienen Uds. Idea de qué hubiera hecho Jesús con el tal predicador? Pues leamos Mateo 23:14; “Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque devoráis las casas de las viudas y como pretexto hacéis largas oraciones. Por esto recibiréis mayor condenación! ¿Saben qué hacían los escribas y fariseo? Visitaban a las viudas para bendecirlas haciendo largas oraciones, a fin de que éstas les dieran alguna dádiva u ofrenda, por eso dice “devoráis” en señal de obtener mediante la hipocresía religiosa algún dividendo. ¿Y no es ésta la metodología que practican los predicadores de la Super Fe? La Iglesia primitiva, por el contrario, se dedicaba a ayudar y cuidar a las viudas (Hch. 6:1, Stg. 1:27, 1 Ti. 5:3,16).
PROMESAS FANTÁSTICAS
Los seres humanos, por naturaleza, siempre buscan lo fácil, lo cómodo y lo que es agradable a los ojos. Desde antes de pecar en el Edén, el deseo de ser y tener ya estaba presente en el corazón de las criaturas de Dios. El mismo Satanás, cuando era ángel de luz, concibió el deseo de ser más, y codició ser semejanza al Altísimo (Is. 14:14), originándose así su caída.Esta característica de la naturaleza humana, el egoísmo, lo hace vulnerable a creer y buscar siempre lo fácil, cómodo y saludable, razón por lo cual, muchos se aprovechan de esta fragilidad para presentarles un mensaje lleno de fantasías y falsas esperanzas, que se convierte en una mentira del diablo. Siempre ha habido predicadores o pro-fetas que han adaptado el mensaje al gusto del oyente. Si el mensaje era positivo (en lo relacionado a la salud y la prosperidad) los resultados eran buenos: Adulación, recompensa y fama. Pero si al contrario, el mensaje era negativo (de juicio o calamidad), el desprecio, rechazo y apedreamiento eran casi seguros. ¿Por qué esta actitud? Por la sencilla razón de que nos gustan siempre más los mensajes fantásticos, aunque sean una mentira lucrativa.
Es por ello que Jeremías 23:32 nos muestra el reproche de Dios a su pueblo y declara: “He aquí, dice Jehová, yo estoy contra los que profetizan sueños mentirosos y los cuentan, haciendo errar a mi pueblo con sus mentiras y con su liviandad. Yo no los envié ni les mandé. Ningún provecho traerán a este pueblo, dice Jehová”. Esto muestra que siempre han existido y existirán mentirosos que dicen cosas que Dios jamás dijo.¿Qué es mentira? Todo lo que no es verdad. Y a la hora de enseñar promesas, debemos considerarlas junto con las demandas o condiciones, así como el marco histórico de cada hecho. En este punto debemos equilibrar, no solo el mensaje de prosperidad material a los demás textos bíblicos, sino que debemos moderar nuestra enseñanza de sanidad a una lógica bíblica relacionada con el juicio edénico.
La Biblia establece que el pecado entra en el corazón del hombre por la desobediencia. Que a través de Adán todos heredamos esa naturaleza pecaminosa (Ro. 5:14) que nos lleva a dos muertes: la física y la espiritual. Cuando aparece Jesús recibimos por medio de su muerte y resurrección la “vida eterna”, perdida en el huerto del Edén, y recuperada mediante la redención de la Cruz: “Porque así como en Adán todos mueren, así también en Cristo todos serán vivificados” 1 Co. 15:22. Pero, ¿ser vivificado en Cristo significa una liberación total de juicio Edénico? ¡NO! Sino una promesa de redención al terminar nuestra vida terrenal, y partir al encuentro con Dios. Es allí cuando acabará toda lágrima y dolor (Ap. 21:4). Pablo acepta el hecho de un cuerpo físico sujeto al juicio edénico al decir en 2 Corintios 4:16:“Por tanto, no desmayamos; más bien, aunque se va desgastando nuestro hombre exterior, el interior, sin embargo, se va renovando de día en día”. ¿Qué representa el término “desgastando el hombre exterior”? Con-sumirse, envejecerse y deteriorarse. Esto significa que estamos todavía sufriendo una parte del juicio Edénico, según Génesis 3:16-19, donde se establece que:
- 1- La mujer pariría con dolor y se sujetaría a su marido (16).
- 2- El hombre tendría que trabajar para vivir. Como consecuencia de ello, tendría que su-dar y sufrir por los cardos y espinos de la vida (18-19).
- 3- Y ambos tendrían que morir (19).
¿De qué maldición nos liberó Cristo? De la condenación, y separación de Dios causada por el pecado; “ahora pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús” (Ro. 8:1). Sin embargo seguimos sufriendo, envejeciendo, trabajando y sudando, y enfermándonos. Las mujeres siguen pariendo con dolor, y el juicio a la carne está vigente. Si esto es así ¿cómo podemos ofrecer un evangelio sin sufrimiento? ¿Acaso Cristo ofreció a sus seguidores el ser “superman o súper hombres”?. Dicen los maestros de la”súper fe” que un cristiano ni puede ser pobre, ni estar enfermo. Y llegan incluso a afirmar que ambas cosas son maldiciones de las cuales hay liberación total y afirman que: “Si Él pago el precio, (en referencia a Isaías 53) se llevó sus enfermedades, usted no tiene por qué seguir sufriendo[15]”.
Partiendo de esta falacia “un cristiano jamás puede estar enfermo, si es fiel”. ¿Cómo podemos explicar las enseñanzas de Jesús cuando al entrenar a sus discípulos les dijo: Seréis aborrecidos por mi causa? Jn 15:18.
- Sufriréis aflicción. Jn. 16:33, Mt. 13:21.
- Sufriréis como ovejas en medio de lobos, Mt. 10:16, Lc. 10:3.
¿Y cómo podemos aplicar las enseñanzas de los apóstoles, cuando declararon que el sufrimiento es parte inseparable de la vida cristiana, y compararon estos hechos al sufrimiento de los profetas y del mismo Jesús? Ver 1Pd. 4:12-17, 2Co. 11:23-29, 2Ti. 1:8, 1Pd. 5:9, Lc. 11:49.
Si vamos a la historia descubriremos cómo todos los apóstoles sufrieron oprobios, escarnio, persecución, necesidades, pobreza, dolores, enfermedades, y casi todos (excepto Juan) murieron martirizados. Si aplicamos los parámetros de los predicadores de la prosperidad y super fe a estas realidades tendríamos que decir que los 12 apóstoles no tuvieron fe. ¿Cuál de ellos fue rico? ¿Cuál de ellos vivió bien? No puedo negar ni dejar de creer en la sanidad divina como una manifestación del poder de Dios (Mr. 16:18), como producto de la fe ( Mr. 5:25-28) y como operación de los dones espirituales (1 Co 12:9), pero también debemos reconocer la Soberanía de Dios en relación a sus hijos, que un cristiano puede estar enfermo y a la vez ser un fiel siervo de Dios, como lo fue San Pablo que enfermó (2 Co. 11:29, 12:7-10) e incluso gracias a una enfermedad física se detuvo en Galacia y les predicó, levantando una iglesia entre ellos declarando que les predicó a Cristo (Gá. 4:12-14) “a causa de una enferme-dad del cuerpo”.
No somos invulnerables a las enfermedades. Nadie muere de nada, siempre nos morimos de algo. La victoria final sobre la muerte y la carne es la partida a estar con Cristo, lo cual se describe como ganancia (Fil. 1:21). No podemos evadir el sufrimiento, sino más bien gozarnos en él, como dice Filipenses 1:29 “Por-que se os ha concedido a vosotros, a causa de Cristo, no solamente el privilegio de creer en él, sino también el de sufrir por su causa”, y este mensaje equilibra la balanza, pues no todo es de color de rosa.
¿Por qué se sufre? Por el juicio que está vigente, porque estamos sujetos a la ley del pecado, que mora en nosotros (Ro. 7:7:23), porque este cuerpo es polvo y al polvo se vuelve. Se puede sufrir haciendo lo malo o haciendo lo bueno. El cristiano entrenado en la entrega y el amor sufre, como un soldado, el cual es capacitado para padecer adversidades (2 Ti. 2:3). Quien ama, sufre. Quien predica un mensaje contra el pecado, y no se adapta al príncipe de este mundo sufrirá los ataques del diablo, como les aconteció a Jesús y los mismos apóstoles (Fil. 1:12-14). ¿Y es que acaso nosotros somos mejores que ellos? ¿Acaso no dijo Jesús que <en el mundo tendríamos aflicción> pero si confiamos en Él, <venceríamos al mundo> (Jn 16:33)? El término “vencer al mundo” es salir victorioso del sufrimiento. Algunos dirán que esto no significa que sufriríamos. Si fuese así ¿cómo explicaríamos el llamamiento de Jesús cuando dijo en Mateo 16:24: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese á sí mismo, y tome su cruz, y sígame”? ¿Es qué tomar una cruz tiene sentido de riquezas, felicidad y bienestar completo, sin dolor y padecimiento? Tomar la cruz significa resignación y firmeza en los momentos de prueba. Es estar dispuesto a sufrir como cristiano, y eso fue lo que enseñó 1ª Pedro 4:16: “Pero si alguno padece como Cristiano, no se avergüence; antes glorifique a Dios en esta parte”.
En los últimos tiempos los cristianos sufrirán, por razón de su fe, y el Señor castigará con tribulación a los que los atribulan (2 Ts. 1:6). Las profecías de Apocalipsis nos muestran que los verdaderos discípulos serán guardados de las pruebas que sobrevendrán en los últimos tiempos, no sin antes padecer un poco (Ap. 3:9-11) y deberán luchar por retener la corona. Muchos serán engañados con el aumento de la apostasía, que nacerá de la avaricia de aquellos que predicarán un evangelio mercantilizado, y harán negocios con vuestras almas y los dones de Dios (2 Pd. 2:3). No debemos negar al Dios que hace milagros, pero debemos mantener un equilibrio que no haga a Dios un títere de los caprichos humanos, imponiéndole cosas que muchas veces pueden chocar con su Soberanía.
Si estudiamos bien las oraciones del Nuevo Testamento, notaremos que en todas ellas se actuó con prudencia, no asumiendo posiciones autoritarias hacia Dios como el hecho de decir que “tú tienes” “tú debes” “yo te ordeno”, etc. ¿Quién soy yo para decirle al Señor (Kyrios significa soberano Señor) lo que debe o no debe hacer? Sin embargo los predicadores de la prosperidad se toman una autoridad que sobrepasa los límites de la lógica, para usar a Dios como una herramienta a sus propios intereses. Qué bien los describe Judas 12-13: “Estos son manchas en vuestros convites, que banquetean juntamente, apacentándose á sí mismos sin temor alguno: nubes sin agua, las cuales son llevadas de acá para allá de los vientos: árboles marchitos como en otoño, sin fruto, dos veces muertos y desarraigados; Fieras ondas de la mar, que espuman sus mismas abominaciones; estrellas erráticas, á las cuales es reservada eternalmente la oscuridad de las tinieblas”
Cuando los cristianos primitivos oraban tenían sumo cuidado en no actuar con soberbia y prepotencia. Veamos con qué sabiduría demandaban a Dios milagros y sanidades: “Y ahora, Señor, mira sus amenazas, y da a tus siervos que con toda confianza hablen tu palabra; Que extiendas tu mano a que sanidades, y milagros, y prodigios sean hechos por el nombre de tu santo Hijo Jesús” (Hch. 4:29-30). ¿Pero para qué pedían los milagros y las sanidades? Para glorificar el nombre de Dios en medio de un pueblo incrédulo. Fijaos que lo primero que piden es “confianza para hablar la palabra”, y en ningún momento usan el “dar” como condicionante del obrar. ¿Saben por qué? Porque las señales seguirían, vendrían detrás, como efecto de la predicación y no de la especulación.
Hoy día estos actos, además de imperativos y caprichosos, se usan para que un hombre se vuelva estrella y tome los milagros como punto de referencia para obtener dividendos o ganancias personales. Esto equivale a hacer mercantilismo del poder de Dios, como lo hizo Simón el mago (Hch. 8:18-22). Existe una competencia entre los predicadores de la súper fe para ver quién es el más usado, el más televisivo, el que más gente arrastra, el que mejor engranaje tiene, etc., y se auto-promueven con las técnicas modernas del marketing. ¡Qué lejos están de entender y vivir aquel texto que dice en Filipenses 2:3: “Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien en humildad, estimándoos inferiores los unos a los otros”!, pero la triste realidad es que muchos se estiman superiores, y hacen alarde de sus “poderes, títulos y ostentosidades”, porque han perdido la sencillez.
EL PASADO Y EL PRESENTE
A principios de la Reforma, y durante el nacimiento de los movimientos evangélicos (o protestantes) se criticó duramente la desviación de la Iglesia Católica no solo en su doctrina, sino en su estilo de vida. El Papa era llevado en una silla, prendado de oro y con vestidos lujosos. Esta realidad hizo germinar fuertes críticas contra las riquezas del Vaticano. Aunque ha habido cambios en algunos aspectos, el lujo y el derroche de recursos para mantener la guardia suiza y el estándar de vida del Papa sigue dando qué decir. Ya no anda en una silla llevada por hombres, ahora tiene un “papamóvil” hecho especialmente para proteger al representante de la Iglesia Católica. Sin embargo, a la hora de juzgar la conducta del Vaticano, nos quedamos sin argumentos, porque muchos predicadores evangélicos viven con más lujos que el Papa, y derrochan más que éste.
Cuando se quiere justificar algo, se puede sacar de cualquier texto oscuro bases bíblicas y manipularlas para hacerle decir al texto lo que no dice. Esto se debe a que no seguimos una hermenéutica histórica ni conceptual, además de que pasamos por alto los contextos. ¿Cómo podemos evitar tan garrafales errores, por no decir horrores? Analizando la historia de la Iglesia y sus líderes en los primeros 300 años de cristianismo. En la teología de los primitivos cristianos no cabía la promoción de la prosperidad como meta. Los predicadores de esta corriente toman el texto de 3 Juan 2 para apoyar que “tenemos que prosperar en todas las cosas” pero lo usan solo para respaldar los objetivos materiales, el dinero. Los cristianos primitivos enseñaron la pobreza no como una virtud, sino como un efecto de la entrega y el amor. Ellos consideraban las enseñanzas de los apóstoles como fundamental para no alentar el deseo de tener, sino de servir. Su teología giraba alrededor de estos principios básicos:
- 1- Que raíz de todos los males es el amor al dinero (1 Tm 6:10).
- 2- Que nuestras costumbres debían ser sin avaricia, contentos con lo que tenemos ahora (Hb 13:5).
- 3- Que el maestro enseñó que nuestros tesoros están en los cielos (Mt 6:19-21).
- 4- Que teniendo sustento y con qué cubrir-nos, debemos estar contentos 1Tm 6:8.
- 5- Que ninguno puede servir a dos señores, o servimos a Dios o a las riquezas (Mt 6:24).
En los escritos de los padres de la Iglesia hay referencias suficientes a este tema para prevenir este error. Hermes decía “cuando tú eras rico, eras inútil. Pero ahora eres útil y preparado para la vida”[16] . Cipriano de Cartago, que vivió del 200 al 258 d.C en el norte de África escribió sobre este tema y dijo”El que no tuviera nada en este mundo no será vencido por el mundo. Ellos (los que tienen riquezas) creen que poseen, pero en realidad son ellos una posesión. No son los señores de sus riquezas, sino los esclavos de ella”[17]. Cipriano también escribió sobre la enfermedad y dijo “Les molesta a algunos que el poder de la enfermedad nos ataque a nosotros de la misma manera que ataca a los paganos. Es como si el cristiano creyera que disfruta de los placeres de este mundo y escapa de las enfermedades, en lugar de soportar las adversidades aquí y esperar los goces venideros… Cuando las bellas nubes no dan su agua, la sequía afecta a todos por parejo… padecemos enfermedades de los ojos, de fiebre, y de debilidad del cuerpo en la misma manera que los demás”[18].
¿Cómo vivían los pastores y líderes de la iglesia primitiva? Si escudriñamos la historia veremos cómo para los cristianos el líder que acumulaba riquezas o fortuna era considerado un “hereje”. Encontramos el caso de Pablo de Samosata que predicaba este mensaje de prosperidad y el historiador Eusebio comento de él lo siguiente: “Anteriormente él era pobre y desamparado. No heredó nada de su padre. No ganó nada por una empresa o un negocio. Pero ahora posee gran riqueza por medio de sus engaños vergonzosos…El ha hecho rico a sus seguidores. Por este motivo, los que desean la riqueza, le aman y admiran”[19]. Así que siempre ha habido cristianos que aprovechándose del mensaje de Jesús han llevado agua a su molino. Los primitivos pastores o ancianos estaban dispuestos a dejarlo todo para servir a Jesús, y recibían de salario lo mismo que las viudas y los huérfanos. Usualmente, recibían las cosas necesarias para la vida, y muy poco más[20]. Un ejemplo de la conciencia de desprendimiento de los cristianos primitivos se encuentra presente en el libro de los Hechos de los apóstoles (2:45), y lo vemos después en la vida de los Padres de la Iglesia, como Cipriano[21], que antes de convertirse era un hombre rico, pero al abrazar la fe de Cristo, dio todo sus bienes a los pobres y vivió humildemente y enseñó que “Un amor ciego a las posesiones ha engañado a muchos. ¿Cómo podrán los ricos estar preparados, o dispuestos, a partir de esta tierra cuando sus riquezas lo encadenan aquí?[22]”.
Después de analizar la Biblia y la historia, ¿tendremos todavía corazón para colocar las riquezas y el bienestar como meta en la vida cristiana? Esta es la sutileza más grande que usa el diablo para perder a muchos, ofrecerles las riquezas de este mundo, como hizo con el mismo Jesús, al ofrecerle todos los reinos de la tierra si postrado le adoraba (M. 4:9) y muchos predicadores han caído en esta trampa diabólica. ¡Cuidado! Detrás de la fama y la riqueza está la esclavitud y la trampa mortal que nos lleva al fracaso. Recordemos estas amonestaciones bíblicas:
«¡Vamos, ya ahora, oh ricos, llorad aullando por vuestras miserias que os vendrán. Vuestras riquezas están podridas: vuestras ropas están comidas de polilla. Vuestro oro y plata están corrompidos de orín; y su orín os será testimonio, y comerá del todo vuestras carnes como fuego. Os habéis allegado tesoro para en los postreros días. Santiago 5:1-3.
“A los ricos de este siglo manda que no sean altivos, ni pongan la esperanza en la incertidumbre de las riquezas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia de que gocemos: Que hagan bien, que sean ricos en buenas obras, dadivosos, que con facilidad comuniquen; Atesorando para sí buen fundamento para lo por venir, que echen mano a la vida eterna” 1 Timoteo 6:17-19.
EPÍLOGO
¿CUANDO EL DINERO CORROMPE?
No hay mayor peligro para la iglesia de hoy día que el desencadenamiento de la «avaricia, la cual es idolatría» (Colosenses 3:5). Cuando este mal se adueña de los líderes que gobiernan la iglesia, la conducirán a un desastre espiritual y social. No podemos negar que «el poder del dinero» mueve gobiernos, manipula la política, tuerce la verdad y la justicia, y extermina la pureza del evangelio. El Apóstol Pablo al describir la condición dominante en los últimos tiempos afirma en 2 de Timoteo 3:1-5:
«También debes saber esto: que en los últimos días se presentarán tiempos difíciles. Porque habrá hombres amantes de sí mismos y del dinero. Serán vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, envanecidos y amantes de los placeres más que de Dios. Tendrán apariencia de piedad, pero negarán su eficacia. A éstos evita.» Notemos que los hombres serán «Amantes de sí mismos y del dinero«, ratificando una condición moral predominante, y enfatizando en otros pasajes el peligro que hay en el amor al dinero:«Porque los que desean enriquecerse caen en tentación y trampa, y en muchas pasiones insensatas y dañinas que hunden a los hombres en ruina y perdición. Porque el amor al dinero es raíz de todos los males; el cual codiciando algunos, fueron descarriados de la fe y se traspasaron a sí mismos con muchos dolores.» (1 Timoteo 6).
¿Y cuántos líderes religiosos están causando escándalos por su ambición desesperada en desear enriquecerse? El convertir el templo de Dios en un mercado que proporciona ganancias deshonestas a individuos no es algo nuevo, ni una condición imperante en nuestro tiempo. También los judíos en la época de Jesús hicieron lo mismo, pues habían instalado ventas de ovejas, palomas y otros animales, para facilitar a los peregrinos que venían al templo a hacer sus sacrificios y dar sus ofrendas. Colocaron los puestos de venta en los mismos atrios del Santo Templo. Jesús, al ver su casa de oración convertida en un mercado, se indignó y en una acción poco común en él, los desalojó con un látigo mientras exclamaba su rechazo a la profanación del templo de su Padre: «Entró Jesús en el templo y echó fuera a todos los que vendían y compraban en el templo. Volcó las mesas de los cambistas y las sillas de los que vendían palomas, y les dijo: –Escrito está: Mi casa será llamada casa de oración, pero vosotros la habéis hecho cueva de ladrones” (Mateo 21:12-13).
Él les enseñó a sus discípulos a depender más en la confianza de Dios que en la posesión de los bienes materiales. Fue por eso que en varias ocasiones los envió a predicar ordenándoles que fuesen sin nada: «Y les dijo: –No toméis nada para el camino, ni bastón, ni bolsa, ni pan, ni dinero; ni tengáis dos túnicas.» (Lucas 9:3). «No llevéis bolsa, ni alforjas, ni calzado; ni saludéis a nadie por el camino. (Lucas 10:4). Pero cuando fue necesario, no solo los envió con todo, sino que hasta les mandó que se compraran una espada: «Y les dijo a ellos: –Cuando os envié sin bolsa, sin alforja y sin calzado, ¿os faltó algo? Ellos dijeron: –Nada. Entonces les dijo: –Pues ahora, el que tiene bolsa, tómela; y también la alforja. Y el que no tiene espada, venda su manto y compre una. (Lucas 22:35-36).
También por dinero los soldados que cuidaban la tumba fueron sobornados, para que dijeran una mentira que negara la verdad sobre la resurrección de Jesús:»Ellos se reunieron en consejo con los ancianos, y tomando mucho dinero se lo dieron a los soldados, diciendo: «Decid: Sus discípulos vinieron de noche y lo robaron mientras nosotros dormíamos.» (Mateo 28:12-13). A través de la Palabra vemos como la pobreza era una cualidad dominante en aquellos que servían a Dios. Pedro no tenía oro ni plata, pero podía ofrecerle al enfermo «poder de Dios» para sanidad. Simón, el mago, quiso comprar el don de Dios ofreciéndole un soborno a los apóstoles, pero éste fue fuertemente reprendido por su intención de tratar de comprar la bendición de Dios: «Cuando Simón vio que por medio de la imposición de las manos de los apóstoles se daba el Espíritu Santo, les ofreció dinero, diciendo: –Dadme también a mí este poder, para que cualquiera a quien yo imponga las manos reciba el Espíritu Santo. Entonces Pedro le dijo: –¡Tu dinero perezca contigo, porque has pensado obtener por dinero el don de Dios! “(Hechos 8:18-20). Y Judas, por interés vendió a su maestro por 30 monedas porque se sentía frustrado en sus ambiciones humanas, pues vio como Jesús en vez de entrar a Jerusalén a reinar, lo hizo para sanar a los enfermos e identificarse con los marginados sociales. El espíritu de materialismo, imperante hoy día, era también un mal en la misma época de Jesús, pero en una dimensión menos generalizada. Hoy hasta hemos hecho una teología que justifica la riqueza y la ambición, y para colmo, afirmamos que el tener es una forma de medir la espiritualidad, ya que se vale por lo que se tiene, más que por lo que se vive. No podemos negar el peligro existente en torno al «poder del dinero» dentro de la vida de la iglesia en estos tiempos en que domina un materialismo práctico generalizado.
Nuestra realidad es peor que aquella que enfrentó la iglesia primitiva. Quizás las formas de exteriorizar la ambición han cambiado, pero el espíritu y el fondo siguen siendo los mismos, por lo cual el mercantilismo religioso en torno al amor del dinero sigue imperando y en una proporción más generalizada. Vemos como des-de un púlpito se enfatiza el dar sin practicarse una transparencia en el fin para el cual consignamos esos fondos. Vemos como ciertos «siervos» en poco tiempo hacen una fortuna de forma fantástica, por no decir dudosa. Nos asombra el gran negocio que se monta en torno a la música, conciertos, objetos, etc., de los cuales muchos incluso montan una industria para su propio beneficio, sin pagar impuestos, ni empleados, ni prestaciones sociales. Esto ha ido más allá de lo lógico, y hace que algunos le pongan precio a su ministerio o servicio religioso, ofreciéndose a cantar, predicar o enseñar si le dan cierta cantidad de dinero, y lo hospedan en hoteles de cinco estrellas etc… Cosa muy común dentro de nuestro círculo evangélico actualmente.
Estos famosos cantantes o evangelistas que se cotizan a altos precios, llegan a obtener entradas que sobrepasan los límites normales de ingresos, y sin pagar impuestos, ni diezmo, pues muchos de ellos no se sujetan a una iglesia y se constituyen en organizaciones de las cuales son cabeza y dueño. Vemos con asombro cómo se imponen en estudios, música, escritos y videos evangelísticos los «derechos de autor», y por ello se llevan a juicios a otros hermanos que hicieron plagio, y esto ante jueces del mundo, violentando las ordenanzas de la Biblia que dice:«¿Cómo se atreve alguno de vosotros, teniendo un asunto contra otro, a ir a juicio delante de los injustos y no, más bien, delante de los santos? ¿O no sabéis que los santos han de juzgar al mundo? Y si el mundo ha de ser juzgado por vosotros, ¿sois indignos de juzgar pleitos tan pequeños? ¿No sabéis que hemos de juzgar a los ángeles? ¡Cuánto más las cosas de esta vida! Por tanto, en caso de haber pleitos con respecto a las cosas de esta vida, a los que para la iglesia son de poca estima, ¿a éstos ponéis para juzgar? Para avergonzaros lo digo. Pues, ¿qué? ¿No hay entre vosotros ni un solo sabio que pueda juzgar entre sus hermanos? (1 Corintios 6:1-5).
El plagio y la imitación para hacer dinero fácil es común dentro de los círculos evangélicos, creándose una competencia mercantil descarada. Esto forja un culto en torno a las personas, por lo cual se convierten en seres espectaculares, y muchos los llegan incluso a adorar. Se hace una réplica tan exacta del estilo materialista del sistema dominante del mundo, que muchos conciertos cristianos siguen los mismos parámetros de éstos, salvo por la letra de las canciones. Luces, gritos, humo, ropas extravagantes, alto costo de las entradas, re-presentantes de ventas, restricciones para entrar a estos con grabadora o cámaras de video etc., y después del mismo ¿Qué? Se venden camisetas, poster, casetes, insignias exaltando más al grupo que a Jesús. Estos invierten $5,000 dólares para obtener $25,000 y si por casualidad no obtienen estas ganancias, no vuelven más, pero si les va bien, se corre la voz, y allá van los otros cantantes «a buscar como ordeñar la vaca hasta hacerle sangrar la ubre.»
Este principio de «INVERTIR PARA GANAR» domina como patrón de referencia en muchas misiones e iglesias. El afán por alcanzar poder numérico y económico ha desencadenado una forma de predicar en donde el tener opaca al ser, y adaptando la Biblia a nuestros intereses materialistas. Tenemos el ejemplo de la música, es un medio por el cual algunos se han hecho ricos en poco tiempo, y esto les ha llevado a formar una enseñanza sobre la misma por lo que se afirma que es la parte más importante en el culto a Dios, ignorándose la Palabra de Dios como esencia de la vida Cristiana. Al respecto David Wilkerson escribe: [23] «Una vez escuché a un ministro profetizar que pronto vendrá el día en que los cultos de las iglesias serán de alabanza en un noventa por ciento. Pero si eso llega a ocurrir, e incluso si esa alabanza es de corazón, eso deja solamente un diez por ciento para lo demás, donde supongo, estaría incluida la predicación de la Palabra de Dios. Pero ¿acaso no nos debilitaremos espiritualmente si aclamamos y alabamos, pero no comemos el pan de Dios? «.
Lentamente vamos poniéndole un precio a todo. El ministerio se vuelve burocrático, empresarial, mercantilista. La iglesia se transforma en un mercado de bienes e intereses, resurgiendo el espíritu medieval del catolicismo romano, y terminamos diciéndole a la gente «¿Qué trae, hermano?». Pensamos en buenos edificios, buenos equipos, un gran coro, un buen salario, hoteles de lujo etc, y olvidamos un buen servicio, un compartir con el necesitado, una profunda visión misionera, una búsqueda del marginado y necesitado social de nuestro alrededor etc. ¿Qué es lo que más domina en nosotros el ser o el tener? ¿Qué enfatizamos más, el gozo o el servicio, la riqueza o la pobreza, la posesión o la entrega, la convicción y la emoción? Reflexionemos ¿Qué hacemos por los ancianos, drogadictos, enfermos del SIDA y niños abandonados?.
No podemos concluir el presente artículo sin aclarar que la corrupción imperante entre muchos evangelistas y músicos se debe al incorrecto proceder de algunos pastores o líderes de iglesia, pues éstos algunas veces han invitado ministerios a compartir y no les han provisto del sustento, enviándolos con las manos vacías. Otros han pedido ofrendas para éstos que las han cortado, dándole tan solo una parte de la misma. También algunos pastores han aceptado los precios fijados por estos «famosos» y no se han preocupado por investigar si han madurado en la fe, si están sujetos a una iglesia de acuerdo a las demandas bíblicas para que no sean neófitos. Si hay corrupción en el evangelio, si el mercantilismo ha dominado en nuestros tiempos y si hay crisis de valores en el reino de Dios, los únicos culpables seremos nosotros, y nadie más, pues el tolerar estos fenómenos nos lleva lentamente a «leudar la masa».
EL SEÑOR NOS AYUDE A CONFIAR MÁS EN ÉL QUE EN LAS RIQUEZAS.
BIBLIGRAFIA
[1] – Ver Jeremías 23:16 Así ha dicho Jehová de los Ejércitos: «No escuchéis las palabras de los profetas que os profetizan. Ellos os llenan de vanas esperanzas; hablan visión de su propio corazón, no de la boca de Jehová”
[2] – La marca de un modelo de lujo de los autos norteamericanos.
[3] – Dicho en la cadena TBN del 29 de Marzo en el programa “Ever increasing Faith”.
[4] – El maestro de estas afirmaciones es John Avanzini, que apoyado en una interpretación distorsionada de Juan 19:23 afirmó que la ropa de Jesús era hecha por un diseñador de fama. Lo dijo en el programa “Believer´s Voice if Victory” TBN en Enero 20 del 1991.
[5] – Diccionario Encarta, 1999.
[6]«Economía», Enciclopedia Microsoft® Encarta® 99. © 1993-1998 Microsoft Corporation.
[7]«Economía», Enciclopedia Microsoft® Encarta® 99. © 1993-1998 Microsoft Corporation.
[8] . El Dr. Carlos Gordillo de México Afirmó esto en unas enseñanzas que dio en México. Del Libro “Los Profetas de la Prosperidad” de Eiren Israel, Editorial Sabbaoth, Mexico, 1996.
[9] – Tomado del libro “Diccionario de Jesús y los Evangelios” Editorial Verbo Divino, Navarra, España, 1995.
[10] – El maestro de la septuplicación ha sido el maestro de la prosperidad Robert Tilton, el cual ha popularizado el concepto de la “fe rápida” mediante la cual puedes hacerte rico en poco tiempo si inviertes en la bolsa de valores de Dios, que consiste en darles a ellos una semilla (dinero) para que florezca en más semilla.
[11] – “El Dar ¿Por temor, por interés o por amor?” Mario Fumero Producciones Peniel, 1998, Honduras C.A.
[12] – “Análisis Crítico de la Realidad” P. Gregorio Iriarte, Cochabamba, Bolivia, 1996.
[13] – Informe de la Organización Mundial de la Salud del 1983.
[14] – “Los profetas de la Prosperidad” Airen Israel, publicaciones Sabbaoth, Mexico, 1996.
[15] -“Las Cinco Dimensiones de la Prosperidad” Juan R. Capurro. Editorial Betania 1997, página 96.
[16] – “Shepherd” de Hermes. Tomo I Vis 3 Capítulo 6. Hermes vivió antes del 150 d.C y se cree que conoció a Pablo y que Romanos 16:14 se refiere a él.
[17] – “On the Lapsed” de Cipriano, secciones 11 y 12.
[18] – “On Mortality” Cipriano de Cartago, sección 8.
[19] “Historia Eclesiástica” Eusebio de Cesarea Tomo 7, Cap. 30
[20] “Cuando el cristianismo era nuevo” David W. Bercot. Editorial Scroll, Texas, 1994. Página 54.
[21] “Grandes Líderes de la Iglesia” John D. Woodbridge. Editorial Vida, Página 60. 1998.
[22] – “On the Lapsed” de Cipriano, secciones 11 y 12.
[23] Del libro «TENEMOS HAMBRE DE CRISTO» Editorial Vida, 1992, página 14.
Saludos pastor, acabode leer este libro y me parecio muy bueno, gracias por publicar estos libros por internet y dar acseso gratuitos a ellos, para mi an sido de gran bendicion. Reciba mis mis mas sinceras felicitaciones, deseandole lo mejor para usted y su familia. Dios le siga bendiciendo.