Mario E. Fumero
La estabilidad de una nación no depende solamente de los políticos de turno, sino de varios factores importantes, siendo la columna vertebral de una sociedad sana, la existencia de una familia sólida y de una justicia recta.
Para que una familia sea sólida, se necesitan dos elementos básicos, un hogar integrado por un padre y una madre que se respete mutuamente frente a sus hijos, y la existencia de factores de disciplina que se implanten desde que el niño tiene menos de un año. Si analizamos la problemática nacional en relación a la delincuencia y violencia, descubriremos que el flagelo que azota la sociedad hondureña radica en que más del 60% de los niños que nacen o forman parte de nuestra sociedad, proceden de hogares disfuncionales, lo cual se convierte en un factor decisivo para la proliferación de la violencia, delincuencia y grupos antisociales.
Pero existe un segundo factor, quizás el más importante para que en una sociedad haya estabilidad, aunque los hogares fallen, y es el poder contar con un sistema judicial que funcione correctamente, y con leyes que se cumplan. No cabe duda que el orden y el respeto comienza en la casa, pero cuando esta falla, el Estado tiene que imponer el orden por medio de leyes que jurídicamente impongan sanciones a los infractores, pero es necesario que esa justicia sea como lo establece la Constitución, igual para todos, y no pueda ser burlada, ni comprada.
En este punto, Honduras sufre un terrible deterioro, ya que, al fallar los hogares al no infundirle temor a los hijos hacia la obediencia a las normas establecidas, desencadenará descontrol en los menores y entonces el Estado tendrá que tomar cartas en el asunto, para infundirle, por medio legales el temor, que no es miedo, sino respeto a la obediencia de las leyes de convivencia, ya que toda acción produce una reacción, y toda violación a las leyes trae consecuencias.
¿Pero qué ocurre cuando un país reina la impunidad y la justicia se vende, y las leyes que se hacen protegen a los corruptos y delincuentes? Indudablemente que el sistema judicial se anarquiza, entonces reina el poder del dinero, de la política barata, y de la corrupción. Si las leyes no infunden temor ¿cómo podremos frenar la delincuencia y la corrupción?
¿Es necesario esperar que esta violación a la ley llegue a los altos niveles, y tenga que un país extranjero proceder jurídicamente frente a los corruptos y delincuentes? Es imposible sanear la sociedad emitiendo leyes que se burlan y teniendo un sistema judicial vulnerable a la corrupción. En el pasado se ha hecho depuración dentro de la policía, pero, ¿No creen que es más necesario depurar los organismos que defienden las leyes, como el Ministerio Público, y la Corte Suprema de justicia que debe hacer cumplir las leyes?
Hay un principio físico el cual establece que, sin temor, no hay reacción, y sin presión no hay freno. Por lo tanto, tenemos que atacar el mal en su raíz, y como ya hemos dicho anteriormente, el mismo radica en la crisis familiar y en el deterioro judicial, lo cual crea las condiciones para que tengamos una juventud descontrolada dentro de un sistema social completamente corrupto.
¿Queremos salvar a Honduras del caos? Fortalezcamos la integridad familiar, sanemos el sistema judicial, implantemos leyes justas que induzcamos el temor a los que delinquen, y detengamos la impunidad. Si hacemos esto, frenaremos muchos males existentes, y podremos salvar la sociedad de la vorágine de violencia que actualmente vivimos.