LA ORACIÓN DEL PADRENUESTRO (IV)

Ángel Bea

“Venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo…”

Algo que nos llama la atención es que, si bien la figura del Padre nos sugiere una familia (ver más abajo) 1 como bien nos enseña la S. Escritura respecto del pueblo de Dios. (Ef.2.18), asimismo el reino evoca la figura de un rey. El rey es el Señor Jesús, “Rey de Reyes y Señor de señores” (Ap.19.16). Pero el reino es tanto del Hijo como del Padre (1ªCo.15.23-24). Por eso se llama “reino de Dios” (Luc.9.62; Hech.20.25) “reino de su amado Hijo” (Col.1.13) o “reino de Cristo y de Dios” (Ef.5.5) Y en un sentido metafórico, nosotros también somos sus súbditos. Pero si hemos de definir el reino de Dios, podemos decir que es la esfera del gobierno divino donde su voluntad, santa, justa y perfecta se lleva a cabo sin discusión, disgusto, murmuración o rebelión alguna (Sal.103.19-21). Esto está en contraste con los reinos del mundo basados en la injusticia, la mentira, la corrupción, y/o la violencia, etc., con el sufrimiento que ocasionan a los seres humanos y aún al mismo planeta.

Es lógico, pues, que Jesús afirmara: “Mi reino no es de este mundo… mi reino no es de aquí” (J.18.36). Palabras extrañas, no solo para Pilato, el gobernador romano, que le hizo la pregunta, pero también para aquellos que esperaban que el Reino de Dios viniera a Israel. Ellos estaban convencidos de que el Mesías vendría en plan de conquista por medio de la espada para liberarles del yugo del imperio romano. ¡Y aun los mismos discípulos estaban convencidos de esa idea!. Pero Jesús –el verdadero Mesías- no se presentó revestido de un poder militar.

Su reino era un reino basado en el amor y se dio a conocer a través de obras de poder de sanidad, de liberación de toda cadena y esclavitud; de reconocimiento de la dignidad y restauración de las personas en todos los sentidos. (Hch.2.22; 10.38) Además, iba acompañado de un mensaje de paz, de perdón, de reconciliación con Dios y reconciliación entre los hombres. Esas eran las pruebas de que el Reino de Dios había llegado con Jesús, como estaba profetizado desde antiguo por los profetas. De ahí que fuera en medio del ejercicio de ese poderoso ministerio que Jesús dijo: “Y si yo, por el Espíritu echo fuera los demonios, ciertamente ha llegado a vosotros el reino de Dios”; después insistió en lo mismo: “Porque he aquí el reino de Dios está entre vosotros” (Mat. 12.28; Luc. 17.21) Por tanto, el Reino de Dios se había hecho presente en la persona de Jesús.

Él era el Rey que esperaban. Y todos cuantos le aceptaron como Rey y Señor en sus vidas, se convirtieron en súbditos o ciudadanos de Su reino. Sin embargo aunque el reino de Dios llegó con Jesucristo, no se manifestará en plenitud hasta la Segunda Venida de Cristo, cuando “entregue el reino al Dios y Padre, cuando haya suprimido todo dominio, toda autoridad y toda potencia.” (1ªCo.15.22-26). Entonces Dios pondrá fin a toda injusticia, maldad, abuso, enfermedad, dolor, sufrimiento y aun la muerte misma (Ap.21.1-6) Sin embargo, hasta entonces no hemos de  sentarnos cómodamente a que el reino de Dios venga. Sus señas de identidad deben verse en el cristiano y en la Iglesia a la cual pertenece. Entonces, si decimos: “venga a nosotros tu reino”, esto tiene dos aspectos: Uno, que como señas de identidad de la Iglesia, ésta tiene la responsabilidad de cumplir con la misma agenda de Jesús en el medio en el cual vive. (Lc.4.18-19) Dos, que cuando decimos: “Venga a nosotros tu reino” estamos expresando nuestro mayor deseo de que se produzca la Segunda Venida de Cristo y el Reino de Dios se manifieste de forma completa, tal y cómo decían los primeros cristianos: “Ven –pronto- Señor Jesús”

La oración medio que nos lleva a la Fuente del poder.

Luego, al considerar el contexto de la oración del Padrenuestro, vemos que se

encuentra en el centro del conocido Sermón del Monte que comienza mostrando el carácter de los ciudadanos del reino a través de las bienaventuranzas (Mat.5.12), para continuar con las enseñanzas que tratan sobre la vida práctica. Entonces, ¿querría enseñarnos Jesús que hasta que no estuviéramos dispuestos a asumir y aplicar los principios del reino a nuestra vida, no deberíamos osar dirigirnos al Padre en oración con semejantes peticiones? ¿O querría el Señor mostrarnos con eso que la oración al Padre sería el medio para llevarnos a la fuente del poder de Dios, tanto para cambiar nuestro carácter como para vivir de acuerdo a los principios

del reino? Pienso que las dos cosas.

¿Qué sentido tiene orar el Padrenuestro y no ser consecuentes en nuestra vida con lo que le pedimos? Y por otra parte, ¿osaríamos pensar que por nosotros mismos vamos a poder ser como Dios quiere que seamos y realizar su voluntad? Necesitamos reconocer (adorar) a Dios, como vimos en una anterior reflexión; pero también necesitamos el pan, el perdón de Dios y el poder para perdonar a otros; y además, necesitamos ser guardados de las tentaciones y del maligno. Como diría el apóstol Pablo: “Y para esto, ¿quién es competente?”. Ninguno de nosotros, evidentemente. Es por esa razón, que antes de acercarnos al Dios y Padre nuestro, para pedir algo, deberíamos ser consecuentes y, si acaso tenemos conciencia de que no lo somos, solicitar su perdón en la seguridad de que él nos lo dará. Pero en

todo caso, toda esta consideración, nos debería llenar de una profunda humildad a la hora de acercarnos a Dios, para decir, “venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad… aquí en la tierra”… “En la tierra de mi vida” primeramente; y en la vida de mis hermanos y hermanas… Y a través de todos dar a conocer el Reino de Dios a  fin de que se extienda y edifique en nuestro medio. ¡Amén!

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(1) Desde hace algún tiempo se discute si además de “Padre”, Dios es también “Madre”. Personalmente, no entro aquí en el debate. Pero sí estoy seguro

Acerca de unidoscontralaapostasia

Este es un espacio para compartir temas relacionados con la apostasia en la cual la Iglesia del Señor esta cayendo estrepitosamente y queremos que los interesados en unirse a este esfuerzo lo manifiesten y asi poder intercambiar por medio de esa pagina temas relación con las tendencias apostatas existentes en nuestro mundo cristiano.
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