LA ORACIÓN DEL PADRENUESTRO (VIII)

Ángel Bea

“Y no nos metas en tentación, más líbranos de mal…” (Mt.6.13)

“Y no nos metas en tentación…”. Esta frase podría dar a entender que Dios sería el que, en ocasiones, el causante de que sus hijos sufriéramos las tentaciones. Sin embargo, esto estaría en contradicción con lo que escribió Santiago sobre la tentación: “Dios no puede ser tentado ni él tienta a nadie, sino que cada uno es tentado, cuando de su propia naturaleza carnal es atraído y seducido…” (St.1.1-13). Entonces, acorde con estas palabras tan clarificadoras, el sentido de la frase aludida debe ser otro, sin duda.

A juicio del comentarista Williams Hendrisem, el signficado de la frase aludida sería éste: “Si es tu voluntad, no nos permitas, débiles como somos por naturaleza e inclinados al pecado, que entremos en situaciones que en el curso natural de los acontecimientos nos expongan a tentación y caída, pero cualquiera que sea tu voluntad para con nosotros, líbranos del malo” (Comt. S. Mateo Pg.352) Aclarada el sentido de esta frase, esta es la última de las peticiones relacionadas con nuestras necesidades personales: Que seamos librados tanto de las tentaciones como del mal (o “del malo” –o “del maligno”-) Pero para poder orar con una mayor eficacia, sería necesario conocer distintos aspectos relacionados con esta petición sobre la tentación o tentaciones.

En relación con las tentaciones hemos de tener en cuenta que sólo Adán y Eva y el Señor Jesucristo fueron tentados a hacer lo malo por factores externos. Quiere decir que Adán y Eva, en su estado de inocencia no fueron tentados en o desde su interior, ya que habían sido creados buenos, sino desde el exterior, por aquel que la Biblia llama “el tentador”, es decir el diablo (Mt.4.1-11) sucumbiendo y fracasando estrepitosamente y trayendo ruina a sus descendientes. Luego, en el caso del Señor Jesucristo, “el postrer Adán”, representante de la nueva humanidad tampoco fue tentado desde su interior, ya que él era el Santo, el Justo y “en él no se halló engaño en su boca”, sino que toda tentación se produjo desde el exterior, en una lucha

espiritual e intelectual singular, venciendo al “tentador”. (1ªCo.15.45; Ro.5.14) Sin embargo, en nuestro caso somos tentados tanto desde nuestro interior como por factores externos. Santiago dice que “cada uno es tentado cuando sus propios malos deseos le arrastran y seducen. Luego, cuando el deseo ha concebido, engendra pecado; y el pecado una vez que ha sido consumado, da a luz la muerte” (St.1.12-13) Así que, la naturaleza vieja -adámica- que hay en nosotros, puede jugarnos malas pasadas si no estamos atentos. Por tanto, contamos con un factor interno, muy fuerte, que puede llevarnos (¡y nos lleva!) a la tentación; aunque la tentación en sí no es pecado. Pero además, también hay factores externos a los cuales la Biblia llama “mundo”, con sus fuertes influencias sobre el creyente; y el diablo que sigue activo en el planeta Tierra, haciendo su maléfica obra en el mundo y de, forma particular, en el pueblo de Dios. Todos esos factores, mundo, demonio/diablo y, naturaleza caída/o, carne pueden ejercer sus reclamos e influencia continua y permanente sobre nosotros, con el fin de atraernos y seducirnos.

Sin embargo, no tiene porqué ser así. Por ejemplo, José el hijo de Jacob con mucha menos luz que los creyentes del Nuevo Pacto, tuvo que soportar por muchos días que la mujer de su jefe, le acosara, pidiéndole que se acostara con ella, a lo cual él se negó rotundamente, alegando que el no podía cometer tal maldad contra Dios y contra su jefe, que había depositado su confianza en él. Sin embargo, ¡la fidelidad a Dios y a su jefe le costó el tener que sufrir la prisión! (Gén.39.7-22). La tentación fue muy real y muy fuerte, pero José ¡no hizo caso!

Sin embargo, desde el punto de vista de una persona mundana, hemos oído muchas veces: “¡A nadie le amarga un dulce!” y aprovecharse de situaciones semejantes. Pero el Padrenuestro no es para una persona mundana; sino para aquellos que, habiendo dejado la mundanalidad, aceptan una relación sobre la base de la fidelidad y responsabilidad, principalmente con Dios y con su Hijo Jesucristo; pero también con su prójimo. Otros, quizás hubieran claudicado ante aquellas continuas propuestas, con la excusa de su propia debilidad.

Pero la debilidad no es una excusa; es la prueba de que el cristiano no estaba suficientemente advertido ni preparado acerca de los peligros que nos rodean y, por otra parte, pone de manifiesto la necesidad que tenemos de fortalecernos “en el Señor y en el poder de su fuerza” (Ef.6.10). También podrían darse circunstancias en las que podríamos estar sufriendo injustamente ¡y aún en peligro de perder nuestra vida!. El apóstol Pedro parece tener en mente los sufrimientos de los cristianos de su tiempo, en los cuales el diablo estaba eficazmente involucrado, con la idea de destruir la fe de los hijos de Dios. (1ªP.5.7-10). En tales situaciones, la tentación consiste en considerar la posibilidad de decir y hacer lo contrario a lo que se siente interiormente, para escapar de tanto sufrimiento. ¡Y algunos sucumben!

Lo cierto es que con la victoria de Jesucristo, por su propia vida, muerte y resurrección, él nos ha colocado en una posición y condición en la cual podemos resistir toda tentación. Eso no significa que seamos superhombres o supermujeres. Eso significa que en Él tenemos todos los recursos necesarios para poder soportar y salir victoriosos: “Dios no os dejará ser tentados más de lo que podáis resistir, sino que juntamente con la tentación dará también la salida para que podáis soportar”. Sin embargo, hemos de tener en cuenta que, “el que piensa estar firme, mire que no caiga” (1ªCo.10.12-13) ya que corremos el peligro de caer en la presunción; y en esa condición la caída podría ser el siguiente paso (Gál. 6.1).

Es dentro de todo ese contexto de lucha moral y espiritual, por permanecer fieles a los postulados divinos, sabiendo que hay unos enemigos reales que nos rodean y asedian de forma permanente, que podemos y debemos orar: “y no nos metas en tentación, más líbranos del mal…”. Nuestro Dios y Padre, es el único que puede librarnos de la tentación y de todo mal. Pero si por nuestra propia debilidad o cualquier otra causa, no arribáramos al mejor puerto, siempre tenemos el recurso que nos muestra la Palabra de Dios: “Que si confesamos nuestros pecados, fiel y justo es Dios, para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad”. De igual manera, la misma Palabra de Dios es la que nos anima a… “acercarnos al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro” (Heb.4.16; 1ªJ.1.9; 2.1-2).

PARA CONCLUIR, hemos de señalar que, en relación con las tentaciones, siempre hay involucrados varios elementos, principalmente la codicia; bien sea en relación con el placer, alguna ganancia económica, el deseo de adquirir algún tipo de poder o status ¡o incluso querer escapar del sufrimiento al cual la persona pudiera estar siendo sometida, por causa de su fe!. Sólo el Señor es capaz de comprender en toda su magnitud, las implicaciones y las razones por las cuales unos resisten toda tentación y otros, pasando por las mismas situaciones, claudicaron ante ellas; sobre todo los que tuvieron que soportar la tortura, tanto física como psicológica. En tales casos, haremos bien en ser compasivos, comprensivos y humildes, pues si acaso fuésemos de los que salen vistoriosos de la tentación, en ninguna manera fue por nuestro poder, sabiduría o habilidad, sino por la misericordia y el poder de Dios que nos hizo salir airosos de la prueba. Pero aun aquellos que sucumbieron ante la prueba tendrán siempre el recurso de acudir a Aquel que es poderoso para levantar a los de su caída. ¡Amén!

Acerca de unidoscontralaapostasia

Este es un espacio para compartir temas relacionados con la apostasia en la cual la Iglesia del Señor esta cayendo estrepitosamente y queremos que los interesados en unirse a este esfuerzo lo manifiesten y asi poder intercambiar por medio de esa pagina temas relación con las tendencias apostatas existentes en nuestro mundo cristiano.
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